La llama y la flor de Kathleen Woodiwiss
Estaba a punto de acariciarle la espalda con ternura cuando su mente se bloqueó confusa al pensar en el curso de los acontecimientos: la calma inicial de la joven, la reservada aceptación de la situación al entrar en el camarote, su ligera y juguetona resistencia, la ayuda esporádica e inexperta que le había proporcionado en la cama y, ahora, ese llanto interminable y la sangre en las sábanas. ¿Acaso era tan pobre que estaba obligada a desempeñar ese oficio?
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