La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
La impertinencia es capaz de despertar las peores reacciones, incluso en las personas de carácter más templado.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
La impertinencia es capaz de despertar las peores reacciones, incluso en las personas de carácter más templado.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Esos labios abiertos en un grito congelado por la muerte la hacen estremecerse. El rojo del carmín de su boca contrasta con la blancura de su rostro.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
A pesar de encontrarnos en pleno verano, me dio la impresión de que hacía frío en casa. Claro que lo hacía, era un frío atroz, de los que brotan del alma y contagian un desasosiego que perdura con el paso de las horas.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
La vida ya es bastante complicada como para buscarse enemigos.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
La tradición juega un papel importante, y cuando es así la razón acostumbra a salir mal parada.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Las gaviotas están especialmente irritadas esa mañana. Sus graznidos se empeñan en monopolizar la banda sonora del puerto deportivo. Los obenques de los veleros tintinean, mecidos por la brisa, sumando unas notas metálicas a las ásperas voces de las aves.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
Dirigir un grupo no es solo dar órdenes, sino saber cómo darlas.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
Araceli murió hace muchos años, el día que el hombre al que quería se convirtió en su peor pesadilla. La mataste. Lentamente, una y otra vez. La mataste cada vez que apagabas una colilla en su cuerpo, cada vez que la golpeabas, cada vez que arrojabas al suelo la comida que te había preparado, cada vez que la sometías al terror del chantaje.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Las gaviotas están especialmente irritadas esa mañana. Sus graznidos se empeñan en monopolizar la banda sonora del puerto deportivo. Los obenques de los veleros tintinean, mecidos por la brisa, sumando unas notas metálicas a las ásperas voces de las aves.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
No es fácil asumir que hay alguien capaz de destruir lo que más quieres solo por hacerte daño.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
—Todo el mundo tiene enemigos —le corrige Cestero—. Y más cuando se triunfa en los negocios.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Jamás te arrepientas de hacer lo que piensas ni de defender aquello en lo que crees.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Cestero piensa en ello. El piercing de la lengua asoma entre sus labios, algo habitual cuando está cavilando. No es el único con el que cuenta. Solo en el rostro luce otros dos: en la aleta de la nariz y en una de las cejas. Sumados a algunos tatuajes conforman la coraza con la que lleva armándose desde la adolescencia, leves distracciones para que la atención no se fije en lo esencial, en todo lo que no le gusta mostrar a los demás.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
La tradición juega un papel importante, y cuando es así la razón acostumbra a salir mal parada.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
El final de acerca. En unos minutos todo habrá terminado. Y entonces ellas rematarán en trabajo. Sus picos afiliados se ocuparán de que no quede nada en ese barril y sus vientres agradecidos borrarán sus restos para siempre. La hora de las gaviotas ha comenzado.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Es muy generoso por tu parte. Hay que tener mucho valor para mirar de frente a las heridas que duelen e intentar cerrarlas. Lo más sencillo, siempre, es no hacer nada, no arriesgarse. No tires la toalla tan rápido.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
La tristeza se funde con la euforia, y el amor con el oído desgarrado
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Los carrizos se abren al paso de la barca, una senda de agua que vuelve a cerrarse segundos después, sin dejar más testigos que las aves que alzan el vuelo, contrariadas. No les gusta el trajín que se ha adueñado de su mundo, gentes que hurgan aquí y allá en busca del fruto de una maldad que ellas jamás comprenderán
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Tiene que ser horrible no sentirte segura en tu propia casa.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
El miedo es tramposo en su búsqueda de un camino para hacerse fuerte.
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