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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
—No solo eso, y esto quizá nos interese más: el tulipán es una flor que se ha asociado con la tristeza por desamor o por una amistad traicionada.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
—No solo eso, y esto quizá nos interese más: el tulipán es una flor que se ha asociado con la tristeza por desamor o por una amistad traicionada.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
Los efectos de los malos tratos no se diluyen por arte de magia cuando se elimina el problema, sino que perduran, muchísimo tiempo, como el hedor de la basura cuando el camión ya ha pasado a recogerla. La ertzaina lo sabe. Lo ve demasiado a menudo en su trabajo y es algo que le rompe el corazón.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
—Cuanto más de cerca veas los casos, más te costará encontrar al asesino. Es como mirar desde aquí arriba. Esta perspectiva te permite descubrir cosas que no ves desde el suelo. No minusvalores la distancia de las cosas. No minusvalores tu vida. Enamórate, disfruta, vive la vida de modo que tu trabajo no sea lo único importante.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
Julia sabe que tiene razón, pero ella jamás logrará poner tanta distancia. Por más que lo intenta no lo consigue. Qué más quisiera que dejar los casos en el cajón cuando termina su jornada. Suerte que el mar la ayuda a desconectar. De no ser por su baño nocturno y el surf se volvería loca y tendría que abandonar un trabajo que la apasiona.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
—Responde más a un claro patrón psicopático. El tulipán, la retransmisión… Es un lobo solitario, frío y calculador. No olvidemos que tenía controladas demasiadas cosas. Empezando por los turnos de los maquinistas. No eligió un tren cualquiera —apunta Silvia.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
El final de acerca. En unos minutos todo habrá terminado. Y entonces ellas rematarán en trabajo. Sus picos afiliados se ocuparán de que no quede nada en ese barril y sus vientres agradecidos borrarán sus restos para siempre. La hora de las gaviotas ha comenzado.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Es muy generoso por tu parte. Hay que tener mucho valor para mirar de frente a las heridas que duelen e intentar cerrarlas. Lo más sencillo, siempre, es no hacer nada, no arriesgarse. No tires la toalla tan rápido.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
A pesar de encontrarnos en pleno verano, me dio la impresión de que hacía frío en casa. Claro que lo hacía, era un frío atroz, de los que brotan del alma y contagian un desasosiego que perdura con el paso de las horas.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Los carrizos se abren al paso de la barca, una senda de agua que vuelve a cerrarse segundos después, sin dejar más testigos que las aves que alzan el vuelo, contrariadas. No les gusta el trajín que se ha adueñado de su mundo, gentes que hurgan aquí y allá en busca del fruto de una maldad que ellas jamás comprenderán
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Tiene que ser horrible no sentirte segura en tu propia casa.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
El miedo es tramposo en su búsqueda de un camino para hacerse fuerte.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Algún día las mujeres nos cansaremos y plantaremos cara a este maldito sistema patriarcal. O lo hacemos nosotras o nadie lo hará.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
No denunciar solo beneficia a quien maltrata, que puede seguir haciéndolo con total impunidad.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
La persuasión es el arma más dañina de los maltratadores.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
—Además, las mujeres no perdonan. De nada sirve que se disculpe usted mil veces. Si ella decidió dejarlo, no volverá con usted —añade con esa seguridad en las palabras propias que solo te da la edad.
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La danza de los tulipanes de Ibón Martín Álvarez
Araceli murió hace muchos años, el día que el hombre al que quería se convirtió en su peor pesadilla. La mataste. Lentamente, una y otra vez. La mataste cada vez que apagabas una colilla en su cuerpo, cada vez que la golpeabas, cada vez que arrojabas al suelo la comida que te había preparado, cada vez que la sometías al terror del chantaje.
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La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Ni la mezquindad de uno ni la inutilidad de otros van a lograr acallar nuestras ilusiones.
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¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?