La hora de las gaviotas de Ibón Martín Álvarez
Cestero piensa en ello. El piercing de la lengua asoma entre sus labios, algo habitual cuando está cavilando. No es el único con el que cuenta. Solo en el rostro luce otros dos: en la aleta de la nariz y en una de las cejas. Sumados a algunos tatuajes conforman la coraza con la que lleva armándose desde la adolescencia, leves distracciones para que la atención no se fije en lo esencial, en todo lo que no le gusta mostrar a los demás.
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