Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez
-La palabra mestizaje significa mezclar las lágrimas con la sangre que corre. ¿Qué puede esperarse de semejante brebaje?
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Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez
-La palabra mestizaje significa mezclar las lágrimas con la sangre que corre. ¿Qué puede esperarse de semejante brebaje?
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Las cosas tienen vida propia, solo es cuestión de despertarles el alma
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
[..] el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Uno no muere cuando debe sino cuando puede. Aureliano Buendia
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Úrsula tuvo que hacer un grande esfuerzo para cumplir su promesa de morirse cuando escampara.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
-- ¿Cómo está, coronel? --le dijo al pasar. -- Aquí --contestó él--. Esperando que pase mi entierro. |
Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
"Ya esto me lo sé de memoria", gritaba Úrsula. "Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio".
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Cuando Úrsula se dio cuenta de que José Arcadio Segundo era gallero y Aureliano Segundo tocaba el acordeón en las fiestas ruidosas de su concubina, creyó enloquecer de confusión. Era como si en ambos se hubieran concentrado los defectos de la familia y ninguna de sus virtudes.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Úrsula comprendió entonces que no lo tendría en casa por mucho tiempo. "Si no es la guerra --pensó-- solo puede ser la muerte". Fue una suposición tan nítida, tan convincente, que la identificó como un presagio.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
En el centro del círculo de tiza que sus edecanes trazaban dondequiera que el llegara, y en el cual solo él podía entrar, decidía con órdenes breves e inapelables el destino del mundo.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
En cierta ocasión en que el padre Nicanor llevó al castaño un tablero y una caja de fichas para invitarlo a jugar a las damas, José Arcadio Buendía no aceptó, según dijo, porque nunca pudo entender el sentido de una contienda entre dos adversarios que estaban de acuerdo en los principios. El padre Nicanor, que jamás había visto de ese modo el juego de damas, no pudo volverlo a jugar.
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Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Todavía no tenemos un muerto. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.
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El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
¿Por qué te empeñas en hablar de lo que no existe? Más tarde le reprochó la terquedad estéril de no dejarse envejecer con naturalidad. Esa era, según ella, la causa de su precipitación y sus descalabros constantes en la evocación del pasado. No entendía cómo un hombre capaz de hacer las reflexiones que tanto apoyo le habían dado para sobrellevar la viudez, se enredaba de aquel modo infantil cuando trataba de aplicarlas a su propia vida.
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El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
Era una mala época para ser joven: había un modo de vestirse para cada edad, pero el modo de la vejez empezaba poco después de la adolescencia, y duraba hasta la tumba.
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El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
[...], y fue como un repaso fantasmal a la falacia de su propia vida. Hasta entonces lo había sostenido la ficción de que el mundo era el que pasaba, pasaban las costumbres, la moda: todo menos ella. Pero aquella noche vio por primera vez de un modo consciente cómo se le estaba pasando la vida a Fermina Daza, y cómo pasaba la suya propia, mientras él no hacía nada más que esperar.
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El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
Él era consciente de que no la amaba. Se había casado porque le gustaba su altivez, su seriedad, su fuerza, y también por una pizca de vanidad suya, pero mientras ella lo besaba por primera vez estaba seguro de que no habría ningún obstáculo para inventar un buen amor. No lo hablaron esa primera noche en que hablaron de todo hasta el amanecer, ni habían de hablarlo nunca. Pero a la larga, ninguno de los dos se equivocó.
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El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
Pero tuvo que rendirse ante la intransigencia de la muerte. Su dolor se descompuso en una cólera ciega contra el mundo, y aun contra ella misma, y eso le infundió el dominio y el valor para enfrentarse sola a su soledad. Desde entonces no tuvo tregua, pero se cuidó de cualquier gesto que pareciera un alarde de su dolor.
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El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
Fue como si después de tantos años de familiaridad con la muerte, después de tanto combatirla y manosearla por el derecho y por el revés, aquella hubiera sido la primera vez en que se atrevió a mirarla a la cara, y también ella lo estaba mirando. No era el miedo de la muerte. No: el miedo estaba dentro de él desde hacía muchos años, convivía con él, era otra sombra sobre su sombra, desde una noche en que despertó turbado por un mal sueño y tomó conciencia de que la muerte no era solo una probabilidad permanente, como lo había sentido siempre, sino una realidad inmediata.
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¿Con qué frase empieza esta novela?