Gabriel García Márquez

Y le miró por última vez para siempre jamás, con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que no le vió en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento: _ Solo Dios sabe cuánto te quise.

Dueña por primera vez de su destino, descubrió entonces que el amor y el odio son pasiones recíprocas.

_No se preocupe, blanca, _ le dijo la esclava.
_ Usted puede prohibirme lo que quiera y yo le cumplo. Lo malo es que no puede prohibirme lo que pienso.

El marqués se levantó de la hamaca con sus últimas fuerzas, se derrumbó frente a ella y se soltó en un llanto áspero de viejo inservible.

No creo en Dios, pero le tengo miedo.

... tenía una concepción universal del amor, y pensaba que cualquier cosa que le pasaba a uno le afectaba a todos los amores del mundo entero.

Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte.

Entonces lloré por ella y por mí, y recé de todo corazón para no encontrarme con ella nunca más en mis días.

Tenía que enseñarle a pensar en el amor como un estado de gracia que no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo

La incredulidad resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos.

Fue entonces cuando se le ocurrió que su torpeza no era la primera victoria de la decrepitud y la oscuridad, sino una falla del tiempo.

- Así es - suspiró el coronel-. La vida es la cosa mejor que se ha inventando.

“Mas de los años que tiene de casada con el chiflamicas de su marido, de quien se dice que va a la peluquería una vez por semana para que le serruchen la cornamenta, y se precia en sociedad de que sus hijos tengan los mismos párpados árabes de los Jaraiz de la Vera.”

Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa.

No entendía cómo se llegaba al extremo de hacer una guerra por cosas que no podían tocarse con las manos

Porque me resistía a admitir que la vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura.

Dadme un prejuicio y moveré el mundo.

Si viene un golpe de Estado, bien venido. Ya no tenemos mucho que perder.

No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.

La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnífica los buenos, y gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado.