El espía que surgió del frío

[...] uno creía en las cosas porque necesitaba creer, lo que uno creía no tenía valor propio, no tenía función.

Somos todos lo mismo, ya sabe, ésa es la broma.

Ese punto de vista lo comprendo. Es primitivo, negativo y muy estúpido; pero es un punto de vista, existe.

Parecía un hombre que podía traer problemas, un hombre que cuidaba de su dinero, un hombre que no era precisamente un caballero.

Había encontrado el fracaso como un día encontraría la muerte, probablemente con resentimiento clínico y con la valentía de un solitario.

Si no estuvieran aquí los aliados, a estas horas ya no habría muro. -Tampoco habría Berlín -susurró el viejo.