La intrusa. Retrato íntimo de Gala Dalí

Nunca le perdonaré no ya sus mentiras sino su actitud embustera. Me inspira una repulsión total, escribió sobre Gala, en una carta, Simone Breton, la mujer de André.

Como las heroínas fuertes y transgresoras de la literatura rusa, capaces de cualquier sacrificio, las Tatiana, las Sonia y las Dunia, que determinaban la vida de sus enamorados, Gala decidía dónde se expondrían los cuadros, quién sería el mecenas y la clientela e incluso qué publicidad se llevaría a cabo para promocionar a Dalí; fijaba el precio de los cuadros y ordenaba las transacciones bancarias.

En julio de 1936 el gran amigo de Dalí fue asesinado en Granada. Federico García Lorca, "el poeta más apolítico de la tierra, murió simbólicamente", escribió el pintor.

Era algo tan fresco. Sí, aquella sensación de frescura me penetraba por entero, el aire, el olor, la mano de mi compañero y las palabras liberadas de las contradicciones, de los deseos aún ocultos pero ya nacientes...

Y es que solo ella conocía el gran esfuerzo que el pintor había de desplegar; él que no soportaba estar entre mucha gente y menos si se trataba de personas desconocidas, que quedaba bañado en sudor cada vez que tenía que cruzar la calle solo, que en el cine solo podía sentarse al final de la última fila para poder salir corriendo en cualquier momento y cuya timidez enfermiza le impedía hablar en público.

Lo más esencial para mí siempre ha sido el amor. Es el eje de mi vitalidad y de mi cerebro, el resorte que me lanza hacia delante con elasticidad y agilidad, con más claridad y precisión en todos los movimientos de mis sentidos, de mis impulsos, de mis conocimientos...