Saberse una ciudad, pienso yo, es dominarla.
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Saberse una ciudad, pienso yo, es dominarla.
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Ya lo dice el dicho: renovarse es vivir; pero no deja de doler que caigan los sitios, mejor dicho: los recuerdos que han hecho la vida.
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Si todos vinieran de cuando en cuando a verse retratados, a contemplar sus vidas en las aguas negras, y se pusieran a reflexionar, otra sería la historia de la ciudad, como en el caso de aquel que se hizo santo al mirar el cadáver putrefacto de la reina en cuyo servicio se había desvivido. Confesor, juez, profeta, y por esto, para muchos, loco.
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