Nunca me sentía más cómodo que cuando estaba entre cuerpos sin vida. Eran tranquilos, predecibles, eran todo lo que ponía mi mente en calma. Descifrar los caprichos y complejidades de la interacción humana era agotador, como correr una maratón mental. Pero investigar un cuerpo sin vida era relajante, como un crucigrama o Sudoku. ¿Qué me estaban diciendo esos cuerpos?
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