Cuando no duela recordarte

Ha sido pasar las primeras páginas y quedar completamente atrapada en la historia que esconden las páginas de Cuando no duela recordarte.

Seguimos la historia de Carmen,una madre normal y corriente,con su vida tranquila. Su trabajo estable,sus hijos,su familia en Mallorca. Vemos su vida desde que nace hasta el diagnóstico de un cancer pulmonar inoperable y cómo supera esos años tan duros.

¿Quién soy yo para juzgar o calificar está historia tan cruda y real? Porque sinceramente, Carmen podría ser la madre de cualquiera. Cualquiera podría ser Lorena,ser la hija de la protagonista y ver a tu madre recibir un diagnóstico brutal y su posterior e inevitable deterioro.

He estado con el corazón en un puño, porque está realidad golpea al lector con dureza,porque es la vida en estado puro. Con sus buenos y sus malos momentos.
Porque no todo es malo, también hay instantes de luz,de cotidianeidad que se ven reflejados fielmente en las ilustraciones.

En blanco y negro, está realidad no precisa colores, vemos el trascurso de esta historia. No soy experta en novela gráfica,pero es que no me podía despegar del libro. Las páginas pasaban y pasaban y lo he disfrutado mucho. El dibujo es sencillo, bonito ,emocional y directo.

Sin duda,una autora a la que seguirle la pista tanto por su estilo como por su narrativa tan real y cotidiana. Un homenaje perfecto a una madre, que traspasa las barreras familiares y pasa a ser parte de todos y del tiempo.

Con pequeñas pero potentes pinceladas Lorena Varea nos presenta a su madre, Carmen. Recorriendo las escenas de su vida vamos a ir conociéndola con las anécdotas y los gestos que la envuelven desde su nacimiento. Son sencillos detalles cotidianos que contienen grandes emociones, reales y sin grandes frases, con la potencia de la vida, tal cual es, sin metáforas ni dobles sentidos, con todas sus dificultades y sus alegrías.

Los temas que sustentan toda la obra son universales: nuestra humanidad y nuestra vulnerabilidad y el cuidado que nos une y nos recompone —el delicado apoyo, la escucha activa y el cariño de los acompañantes de Carmen, pero también la falta de atención médica que retrasó la detección del cáncer, la deshumanización en el trato al paciente, los abusos que sufrió o los abandonos y la desatención a las personas mayores por parte de quienes fueron cuidados por ellas— y también el duelo, la soledad, la complejidad emocional, la empatía, los momentos compartidos, lo que de verdad importa…

“Había escuchado numerosas veces que la gente terminal solía morirse cuando se iban los seres más queridos de la sala. de alguna manera, es cuando se podían ir tranquilos”
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Menudo zarandeo al corazón me ha pegado esta breve novela gráfica en la que su autora, Lorena Varea, hace un sentido homenaje a la vida de su madre.

Una madre, una amiga, que se va de forma prematura y muy dolorosa. Lejos de parecer una historia en la que podemos permanecer ajenos, Lorena nos introduce en su día a día.
Acompañamos a la madre de Lorena en su vida, desde que nace hasta que muere, en una historia que no siempre ha sido sencilla, en la que siempre ha habido algún obstáculo que sortear. Cuando todo parece estar ya en calma, se le presenta el mayor de los obstáculos: el cáncer.

Esta novela es un recordatorio de que la vida se escapa cada día, de que lo importante es disfrutar de los que están hoy y de que, en cualquier momento, el viento cambia y hay que tomar un nuevo rumbo hacia lugares desconocidos, con miedo e incertidumbre.

Es una historia que destila amor en cada viñeta: el amor de una hija hacia una madre. Una historia en la que vemos el proceso, sentimos el dolor, el miedo y también la esperanza y la desesperanza cuando nada más es posible.

Pero también sobre la reconstrucción personal posterior, que no es fácil. Se deja entrever la frustración, porque la vida ya nunca más será igual.
Es un punto de inflexión en el que el mundo deja de ser un sitio amable, en el que te das cuenta de que los momentos felices siempre tendrán un toque amargo, doloroso; y en el que eres consciente de que la vida, que antes creías eterna, es efímera.

¿Quién soy yo para negarme una buena lloradita? Porque sí, de vez en cuando lo necesitamos y yo cada vez que termino de llorar me siento renovada.

Ay, qué historia tan dura y tan triste, pero a la vez tan cálida y bonita. He devorado este cómic en unas pocas horas y eso que pensaba que el tema que trata me iba a dejar para el arrastre y tendría que hacer pausas, pero Lorena Varea lo cuenta todo de una forma tan fluida y amena, tan cotidiana, que cuando te das cuenta ya lo has terminado y te has quedado con un nudo en el estómago.

En «Cuando no duela recordarte», la autora nos cuenta cómo fue la vida de su madre desde que nació hasta que falleció de cáncer. Crecemos, maduramos y afrontamos todo tipo de adversidades con ella, la acompañamos en sus primeras veces y vivimos en carne propia la felicidad que tuvo que sentir durante todos los buenos momentos que le brindó la vida. Pero también atravesamos junto a ella una enfermedad incurable y los altibajos que trae consigo.

Este cómic para mí ha sido una montaña rusa de emociones y las ilustraciones, a pesar de que son relativamente simples, profundizan más estos sentimientos. Las expresiones faciales de los personajes, por ejemplo, están muy bien logradas y creo que transmiten a la perfección los sentimientos de cada uno.

Es un cómic duro y con el que, si son como yo, se les escapará alguna lagrimilla, pero transmite un mensaje de unidad familiar y superación tan bonito, que ya solo por eso lo recomiendo sí o sí. Estoy segura de que en algún momento volveré a él y pienso atesorarlo en mi estantería con muchísimo cariño.