Cuando no duela recordarte

“Había escuchado numerosas veces que la gente terminal solía morirse cuando se iban los seres más queridos de la sala. de alguna manera, es cuando se podían ir tranquilos”
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Menudo zarandeo al corazón me ha pegado esta breve novela gráfica en la que su autora, Lorena Varea, hace un sentido homenaje a la vida de su madre.

Una madre, una amiga, que se va de forma prematura y muy dolorosa. Lejos de parecer una historia en la que podemos permanecer ajenos, Lorena nos introduce en su día a día.
Acompañamos a la madre de Lorena en su vida, desde que nace hasta que muere, en una historia que no siempre ha sido sencilla, en la que siempre ha habido algún obstáculo que sortear. Cuando todo parece estar ya en calma, se le presenta el mayor de los obstáculos: el cáncer.

Esta novela es un recordatorio de que la vida se escapa cada día, de que lo importante es disfrutar de los que están hoy y de que, en cualquier momento, el viento cambia y hay que tomar un nuevo rumbo hacia lugares desconocidos, con miedo e incertidumbre.

Es una historia que destila amor en cada viñeta: el amor de una hija hacia una madre. Una historia en la que vemos el proceso, sentimos el dolor, el miedo y también la esperanza y la desesperanza cuando nada más es posible.

Pero también sobre la reconstrucción personal posterior, que no es fácil. Se deja entrever la frustración, porque la vida ya nunca más será igual.
Es un punto de inflexión en el que el mundo deja de ser un sitio amable, en el que te das cuenta de que los momentos felices siempre tendrán un toque amargo, doloroso; y en el que eres consciente de que la vida, que antes creías eterna, es efímera.