Me moriré en París

Quienes sólo hayan leído "Los heraldos negros" conocerán a ese Vallejo lúgubre que sigue apostando por la estética modernista que bebe del spleen parisino y la musicalidad rubendariana; quienes sólo hayan leído "Trilce" lo conocerán por ser ese autor de oscuridad semántica que lo eleva a un nivel gongorísta; quienes lean este libro conocerán no sólo al Vallejo modernista y al oscura, sino también al político y al costumbrista, al Vallejo que "nació un día que Dios estaba enfermo" y al mismo que es capaz de alegrarse inmensamente un día y ha decidido empezar a vivir y renovar todas sus fuerzas; conocerá al Vallejo que llegó a defender al comunismo cuando este daba sus primeros pasos y al Vallejo que se emocionaba por ver al pueblo español peleando por una idea, una idea que abogaba por la libertad y luchaba contra ese parásito llamado fascismo.

En este libro, donde los poemas, escritos e imágenes conmueven a la par que impresionan, se conoce, aunque sea un poco, a ese mínimo poeta peruano que, sin querer, se convirtió en el segundo príncipe de las letras iberoamericanas. A mi juicio sólo hay un heredero capaz de portar la corona de Darío, y ese es Vallejo.