El silbido del arquero

Las guerras caen en el olvido, los cantos permanecen. Solo el poema queda para narrar el dolor de los vencidos, la suerte de quienes son atropellados por los imparables acontecimientos que forjan la historia.

Los hombres tejen sin cesar historias apasionantes, es su forma conmovedora de coexistir con el caos. Por eso los dioses no podemos apartar los ojos de ellos.

Extraña paradoja de los mortales : el amor es una experiencia común pero rara vez simultánea, jamás reposa equilibrado el fiel de la balanza.

Para los que aman, nada es inocente, todo es signo.

Otra flecha, y otra más, pasan veloces sin acertar a nadie. La última surca el aire cerca de mí. Su silbido es la canción de la muerte en combate, el mortal canto que, una vez oído, nunca se olvida.

He aprendido que la misma persona puede encarnar la máscara del triunfo y el rostro de la derrota.

Sí, mis hombres están contentos porque vivimos. El mar no ha arrastrado hasta aquí ningún cadáver, de momento no lloramos a nadie. Y un náufrago siempre es un hombre alegre, al menos hasta que se detiene a pensar.

En el fondo, el único perseguidor es siempre el pasado.

"El poderío de Roma se fortalece gracias a sus tradiciones y a sus héroes".

Cuando callan las armas y la palabra despliega su fuerza, el poder necesita rodearse de hombres que sepan contar historias.