Flores sobre el infierno

A uno no le resulta fácil escapar de la muerte y permanecer intacto por dentro- le dijo- Algo se rompe.

El silencio siempre da alas al verdugo, nunca a la víctima, se dijo a sí misma.

Inofensivos -repitió, removiendo las sílabas en la lengua como si tuvieran mal sabor-. La naturaleza no ha dotado a ninguna de sus criaturas con la capacidad de ser completamente inofensivas, jefe Knauss, o habría fracasado.

La soledad era una discreta compañera de piso que nunca invadía espacios y lo dejaba todo tal y como estaba. No tenía ni olor ni color. Era una ausencia, una entidad que se definía en contraposición, como el vacío, pero que existía.

Huimos de lo que nos asusta y nos hiere, o de lo que pretende hacernos prisioneros, pensó.

El cuerpo yacía sobre la hierba, cubierto de escarcha. La palidez de la piel contrastaba con la oscuridad del pelo de la cabeza y del publis. Al fondo, el verde oscuro de la naturaleza de la montaña. Algunas manchas de nieve persistían en las áreas más umbrosas, cercanas al bosque. Durante la noche habían caído algunos copos un cristal se había quedado prendido entre las pestañas del cadáver.

Huimos de lo que nos asusta y nos hiere, o de lo que pretende hacernos prisioneros

-Tarde o temprano alguien tendrá que explicarme qué es un monstruo-dijo-. Los llamamos así,pero mientras tanto nos quedamos mirando,no podemos cambiar de canal porque sabemos que son como nosotros:humanos.

Tarde o temprano alguien tendrá que explicarme qué es un monstruo. Los llamamos así, pero mientras tanto nos quedamos mirando, no podemos cambiar de canal porque sabemos que son como nosotros: humanos. Es esto lo que nos subyuga: reconocer en nosotros una parte de ellos.

Casi dos siglos después, los ancianos aún hablaban de la ira de Dios por la ofensa recibida: esos lugares eran para el silencio, para el viento y las flores de alta montaña, y el hombre los había violado con su soberbia.