Los encuentros de Cristina

—Eres mi mejor cita —sentenció Cristina.
—Y tú la única que necesito.

Era la mujer más provocativa que había visto en toda su vida. Podía hacerle temblar si se lo pedía o saltar al vacío si así lo deseaba.

A lo largo de su vida la habían juzgado por su forma de ser. Muchos decían que era el producto de una relación fallida sumamente dolorosa, nada más lejos de la realidad. Siempre había tenido claro que deseaba ser así y le gustaba su vida. Decidía con quién pasar sus noches libres y después regresaba a su día a día, sin más.

Entre ellos se respiraba un amor puro que hacía que todo el mundo a su alrededor estuviera feliz.

—¿Cuál es tu problema? ¿Te has vuelto loco?
Asintió.
—Sí, por ti.
Sintió que Cristina estaba a punto de tirarse por una ventana si con eso conseguía huir de aquel lugar.
Su propio corazón no le dejó escuchar nada más, solo podía sentirse a sí misma después de las palabras de Kurt. ¿Aquel hombre no veía lo que provocaba? Todo su mundo cambiaba por culpa de un hombre que deseaba tener lejos.

—¿Te has pensado mejor lo de pasar una noche agradable? —preguntó sonriendo.
Era un camorrista. No solo por sus pintas demasiado provocativas, como el malote de clase, sino por esa sonrisa que parecía ser capaz de embaucar a cualquiera. Él apenas se parecía a Justin salvo por la forma de sus labios. Estaba convencida de que los hermanos sabían besar muy bien.
—¿Y si lo hubiera hecho? —tanteó.
Él hizo una mueca con los labios.
—No mientras Maddox sea importante para ti.

Ambos sonrieron mirándose. Era algo inusual enamorarse de esa forma. Quizás no era amor, pero aquella química significaba algo y estaban dispuestos a descubrir qué era, juntos.