Amigos nada más, el resto es selva. Caí en la cuenta de que la gente más valiosa en mi vida es la que me ha empujado a fabricar unos ideales, puede que ficticios,pero tan hermosos que da gusto jugar a que existen,apostar por ellos.
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Amigos nada más, el resto es selva. Caí en la cuenta de que la gente más valiosa en mi vida es la que me ha empujado a fabricar unos ideales, puede que ficticios,pero tan hermosos que da gusto jugar a que existen,apostar por ellos.
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Tiene ganas de estar sola, de caminar sola. Siente una especie de dolor en el pecho, intenso pero placentero. Es como si hubiera una herida, pero una herida leve, una marca en la piel que quieres acariciar, reconocer, disfrutarla por todo lo que significa para ti. Ahora que aún está, porque es posible que, pronto, desaparezca.
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Sabés cuando querés tanto a alguien que tratás de protegerlo del daño que vos mismo podés hacerle, del miedo que te da porque vos te conocés, pero la otra persona sólo ve el lado maravilloso.
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A veces un libro es la mejor compañía.
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Tendrá que evitar que se cuele por todas las rendijas de su fantasía, de su imaginación. Tendrá que vigilar que no asalte; sus sueños, los ratos en que su pensamiento se evade. Que no se introduzca en sus lecturas, en la música que escucha. Que no alimente los ratos muertos con el anhelo de una llamada de él, de un contacto que no llega.
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A Sylvia le gustan los libros usados. Los libros nuevos tienen un olor agradable, pero dan miedo. Es como avanzar por una carretera por la que nadie ha pasado nunca.
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Cuando celebres tu triunfo, no olvides recordar que nada habrías logrado sin la ayuda de los que te rodean.
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El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a la velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear.
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El miedo era sexo también. La falta de dominio. La obsesión. La vergüenza era sexo. La caída le excitaba. El precipicio que intuía tras su persecución incomprensible de un placer que no le correspondía y sin embargo gozaba cada tarde.
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¿Con qué frase empieza esta novela?