Recordaba perfectamente esos días en que el cielo era gris aunque brillara el sol, cuando el aire sabía a derrota y el aroma acre de la muerte lo impregnaba todo.
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Recordaba perfectamente esos días en que el cielo era gris aunque brillara el sol, cuando el aire sabía a derrota y el aroma acre de la muerte lo impregnaba todo.
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Todos somos monstruos y todos podemos ser bellísimas personas. Así es el ser humano y así son las guerras.
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Hay ocasiones en las que el silencio es lo mejor. Mejor que dejar aflorar esos recuerdos que, a veces, te devoran el corazón y la mente.
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La vida se va… se va… Y nosotros, la desperdiciamos.
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¿Quién quedaba allí? Los restos del naufragio, ellos. Sí, eso eran. Los mismos que habían muerto a miles en la guerra, la gente de la calle, los pobres, la gente del pueblo. Sí, era verdad, se les dio una oportunidad de luchar por algo mejor, por ser los dueños de su propio destino, pero, a la hora de la verdad, siempre existió una élite, una clase dirigente que, como siempre, se puso a salvo a tiempo llevándose unos buenos dineros. Es la historia de la humanidad, quítate tú que me ponga yo. |
A veces uno no quiere aceptar la realidad y es un pequeño detalle, una noticia, un comentario, lo que te hace volver en sí, comprender.
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Era como si la República no hubiera existido. Algo que querían borrar de su mente pues les hacía daño pensar que habían perdido la guerra, que estaban atrapados allí, sin remisión y que nadie vendría a salvarlos.
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Si una cosa he aprendido de esta guerra es que la atrocidad llama a la atrocidad.
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Era duro y muy triste bajar la cabeza, humillar la cerviz y olvidar aquel sueño que había sido la República, pero en aquellos días se luchaba tan sólo por sobrevivir.
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El comandante en jefe de los rebeldes no era un tipo brillante, sólo paciente.
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Gregorio Samsa es un ...