Me pedía siempre que la dibujara a ella. Pero yo le explicaba que no. No, Luisa, no puedo dibujarte. Solo dibujo el rencor.
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Me pedía siempre que la dibujara a ella. Pero yo le explicaba que no. No, Luisa, no puedo dibujarte. Solo dibujo el rencor.
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Yo quería volver, pero desde que supe la historia de mis padres, quería volver con más ganas, como si el nudo que tenía en el estómago se transformara en viento y me soplara por dentro.
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Y nos contó que a él también le costó reconocerlo, no solo porque estaba más viejo, sino porque lo encontró achicado, como si sus batallas le hubieran consumido el cuerpo y lo hubieran dejado así, con el mero esqueleto envuelto en esa piel marchita. Y dice que al final lo reconoció donde se reconoce la gente: lo encontré en los ojos, dijo, los tiene gastados, pero al fondo de la mirada todavía se lo encuentra.
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Como agua para chocolate