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Lo que recoge la Quebrada es la dureza de paisaje, que es la dureza de carácter. Una gente árida como su polvo, seca como su suelo. Una gente quebrada en lo sentimental, porque Quebrada es la zona de la que vienen. Quebrada es el libro que las guarda. Gente sin esperanza porque su tierra no se la da. Y Lina no puede más. Como su marido no se decide, se va sola a buscar eso que algunos cuentan que es el mar. Para ver si es verdad que en algún sitio no hay un desierto fisurado, para ver si algún sitio es fértil por tener agua. Agua hasta el punto de no ver el final. Para saber qué ocurre después os dejo leer este libro, que más que novela es relato, es nouvelle, es cuento. Bueno, no es uno, son dos. Pero os los dejo descubrir, no merece destripar estas escasas 166 páginas. La historia es grande para un libro tan corto, y aunque me gusta mucho la analogía que hace Travacio (con una oralidad increíble en la escritura –bravo por este estilo tan auténtico de las autoras argentinas–) entre esa escritura cortante y afilada con ese paisaje duro y rasgado, y con el carácter de unas gentes que no tenían de dónde agarrarse y que son valientes por la falta de medios y comodidad, me habría leído algunas páginas más. Habría extendido un poco más la historia. Para que si tanto la historia como el páramo y como los personajes eran grandes, el libro también lo fuera un poco más en volumen. Sabe a poco, aunque supongo que eso es más bueno que malo. + Leer más |
Después de sus aclamadas novelas Como si existiese el perdón y Quebrada, que la consolidaron como una de las escritoras más personales de las letras latinoamericanas actuales, Mariana Travacio nos revela en Me verás caer una nueva faceta de su original obra.
Relatos inteligentes e irónicos, protagonizados por mujeres que afrontan un momento de ruptura en sus vidas y anhelan desandar sus historias fallidas. Así, entre un pasado más luminoso y un futuro incierto, los personajes de estos cuentos, madres, hijas y amigas, transitan por el presente como equilibristas sobre la cuerda floja.
Un caudal subterráneo entrelaza estas historias y emerge al compás de la fuerza torrencial que distingue la escritura de Travacio.