¡Qué maravilla! Esa sensación de cerrar un libro y suspirar con ganas de abrazarlo porque acaba de regalarte un día inolvidable. Porque un día es lo que te dura esta lectura, no sólo por su corta extensión sino por el enganche que genera. Nos traslada a la esencia de la literatura gauchesca, con sus espacios abiertos, las costumbres y vidas sencillas, esos deliciosos monólogos e incluso algo de crítica social. Como centro de la historia hay una venganza. Una venganza que, paradójicamente, nace de otra venganza y que como es de esperar no será ni fácil ni gratis. Con escenas casi cinematográficas (recuerdo la despedida de Miranda) y un estilo sencillo, el ritmo es trepidante y, a pesar de sus cortos capítulos, es dificilísimo parar de leer. La habilidad de Travacio para transmitir el discurso de Manoel, el protagonista, y enmarcarlo en este lipo de literatura es magnífico. Encontramos personajes que se traga la tierra, esa tierra que no conoce la lluvia, que se levanta y no deja ver y que borra todo rastro posible. Y como ya desde el título se nos advierte, en algunas ocasiones el perdón es difícil de lograr, pero a la par que acompañamos en esta historia de venganza no debemos perder la esperanza de la redención. Una historia redonda, pero también seca, dura y valiente, como esas llanuras. Si alguna vez necesitais un libro de los que atrapa desde el primer momento, que os reconcilie con la literatura y os dé algo diferente, acordaos de este. + Leer más |
Relatos inteligentes e irónicos sobre mujeres que afrontan momentos de ruptura.
Después de sus aclamadas novelas Como si existiese el perdón y Quebrada, que la consolidaron como una de las escritoras más personales de las letras latinoamericanas actuales, Mariana Travacio nos revela en Me verás caer una nueva faceta de su original obra.
Relatos inteligentes e irónicos, protagonizados por mujeres que afrontan un momento de ruptura en sus vidas y anhelan desandar sus historias fallidas. Así, entre un pasado más luminoso y un futuro incierto, los personajes de estos cuentos, madres, hijas y amigas, transitan por el presente como equilibristas sobre la cuerda floja.
Un caudal subterráneo entrelaza estas historias y emerge al compás de la fuerza torrencial que distingue la escritura de Travacio.