Malasanta

al abrir un libro pienso que todos vamos en busca de los detalles, lo que nos deslumbre, y ahí hay libros como este que valen por dos. Bien narrado, y unos golpes de realidad, de esos en los que no te quieres fijar, que son auténticos sopapos.

La obra se divide en cinco etapas de la vida de Malasanta. Sí, podéis intuir por su nombre que no va a ser una vida fácil. Cada capítulo lo centra en cómo se desarrolla con alguien que la marca en ese período, y todo es tan real que asusta.

Una vez vencidos los reparos iniciales, te dejas llevar por una vida marginal, donde las oportunidades se cuentan con los dedos de una mano. Siempre hay luz, pero como suele ocurrir para los que no tienen la vida de cara, la mayor parte son sombras.

Este es un rara avis, de los que se cruzan en mi camino muy de cuando en cuando, de esos que apartan el cansancio a las tantas de la noche y no puedes dejar de lado hasta que lees la última palabra. ¿De qué va?, de una niña, adolescente, joven, mujer, anciana, que se va encontrando piedras en el camino.

No es fácil reseñar esta novela. Hablar sobre ella y creer no estar a la altura de un autor con ese don para la escritura, la palabra desnuda y precisa, el estilo acorde a la temática, la estructura narrativa idónea y un fondo que te abofetea, de tan real, descriptivo y explícito, y de manera inmisericorde de la primera a la última página. No había llegado a él, a pesar de que sus publicaciones se cuentan por premios, y atesoran ya la madurez de alguien que ha sido corrector de estilo para otros.

Es una novela crudísima, dura, despiadada, cruel, por momentos tan lúcida que resulta insoportable. Porque es insoportable mirar el lado sórdido y oscuro de una realidad que nos rodea por todas partes; que solamente intuímos, a la que damos la espalda, precisamente porque preferimos los sabores dulces, las historias de superación, las de los forzados finales felices o, cuanto menos, aquéllas en las que podamos aferrarnos a un hilo de esperanza.

Nada de ésto encontrarás en La Ciénaga, porque con Antonio Tocornal, hasta los nombres, en un juego literario macabro, significan exactamente lo que son, sin eufemismos.

En La Ciénaga, un pueblo de ambiente rural, está el prostíbulo de Doña Expiración. Uno de tantos en los que la explotación sexual es el fin del negocio. Una explotación que es, sin lugar a dudas, la peor violencia que puede ejercerse contra una mujer, tan cosificada que deja de serlo. En condiciones de esclavitud, sin elección y sin posible salida.

Aquí ejerce Dionisia la Tuerta. Y ejerce, mientras su hija, Malasanta, es testigo mudo de cada sesión escondida tras el biombo del cuarto. La novela nos permite reencontrarnos con Malasanta, en capítulos sucesivos, cada década de su vida, en un espacio temporal que va desde principios de los sesenta hasta 1999, y a otros personajes, encerrados en la vida que les ha tocado en suerte: Anhelo Truncado y su hijo, Niño Truncado; Candela, Modesto Baldío, Cándido Fogoso y Próspero el Polilla. A veces surrealistas, a veces esperpénticos, para narrar el lado más oscuro de la sexualidad, de discapacitados físicos y psíquicos, de ancianos solos y sin recursos, de travelos (en ese momento "travelos" porque no imperaba la corrección política), de drogadictos, de marginados, de excluídos y condenados, sin opción a cambio, por el hecho de haber nacido en un estrato social determinado. Todos ellos personajes secundarios porque no hacen historia. Y en 50 años, las violencias persisten, endémicas, enraizadas... y surgen otras modalidades de violencia, algunas más sutiles y sofisticadas.

No la recomiendo, en general, porque no la creo apta para todos los paladares. A aquéllos que quieran, que necesiten asomarse al abismo aún viendo agredida su sensibilidad, a las sombras insondables que conviven con nuestro mundo perfecto, aquí os dejo una magnífica novela. Todos los que se han atrevido dan fe, porque te cambia la mirada. ¿Es más higiénico no inundarse con la miseria humana? Puede. Siempre que no se te olvide que existe.

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Malasanta vino al mundo en un burdel. Su madre, llena de cuchilladas por dentro y por fuera, le dio la única vida que pudo obtener.
de niña jugaba a permanecer callada tras su biombo, muda ante las escenas de cama que nadie habría querido presenciar.
Hubo un momento, cuando solo contaba catorce años, en el que creyó que lograría escapar del destino que se le impuso. Conoció la ternura y el placer, los sueños y algo mucho más importante: que los que no tienen nada suelen compartirlo todo con los que dan amor.
Pero el amor no mueve el mundo; el suyo, al menos, no. Su mundo lo mueve el dinero, la falta de escrúpulos, la esclavitud. Por eso Malasanta se aferra a lo único que le queda: su sueño. Ese en el que los peces nunca mueren del todo sino que resucitan del otro lado de la cañería donde son arrojados como lo fueron aquellos hermanos suyos que no llegaron a ver la vida.
Cuando esos peces despiertan de nuevo, libres al fin, no encuentran techo ni suelo de cristal. Solamente ven la luz que se filtra desde lo más alto. Y se dedican, durante toda la eternidad, a nadar.

Crudeza sin concesiones.

No es una novela fácil. No está pensada para ser una lectura de relax ni para agradar. Es cruda, realista y hasta soez. Dibujada sin censura, sin límites. Y lo triste, es que retrata una parte de la sociedad que hoy en día está ahí fuera, en la calle, pasándolas tan canutas como la protagonista, Malasanta.

Sin pretenderlo, me ha recordado una y otra vez a un personaje secundario que salía en algunos capítulos de "Breaking bad". Si habéis visto la serie, quizás os acordaréis de una prostituta que era amiga de Jesse Pinkman y que vivía en un motel. Pues esa prostituta ha sido mi Malasanta o mi Malasanta tenía la cara de aquella prostituta.

Hay un color que es parte de la portada de esta novela y que va a la par con la historia: el color naranja.
El color naranja, muy presente, se encontrará en ese iris naranja del ojo, que va y viene, y que es una "esponja" que graba y retiene ciertos "momentos estelares".
Está en Candela, que gira y gira en una vida anodina, y que nos recuerda que todos, en realidad, somos igual que Candela, aunque nos digamos que no y luchemos por salir de esa "pecera" que es tan difícil escapar, por no decir imposible.
Y también, en el fuego, que cumple su función de hacer desaparecer o de redimir a quien ya no puede más o a quien ya poco le queda por padecer.

Historia cruda, ácida y sin concesiones, no apta para paladares sensibles.
A mí, particularmente, me ha encogido el corazón y me ha dejado, en la memoria, escenas inolvidables .
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Malasanta de Antonio Tocornal
¿Cómo llegué a este libro? Fue una recomendación de Trinidad @trinidadgallart_ en Instagram. Comentaba que la historia era brutal, incluso empezaba su post diciendo “¡Prepárate! ¡Va a estallar el obus! Ese mismo día compré el libro.

No conocía a Antonio, ni había leído nada suyo.
Me ha pasado algo extraño con Antonio. Sabía que vive en Mallorca, una isla con la tengo una vinculación personal muy grande y compré su libro con mucha ilusión pero, no sé muy bien por qué, no me siento cerquita de él. Imagino que a todos nos pasa, hay autores con los que sientes que algo te une y otros no.

Sólo una pega. Las fechas puestas no me cuadran. Yo los situaría en épocas anteriores. Me cuesta creer que en 1969 existiera una mujer que viviera como Dámasa, que en 1989 un asesinato se tapara tan fácilmente, que en 1999 pudieras registrarte en pensiones sin identificarte, que en 2009 te alquilen un piso sin documentación, los cines porno, en Madrid, creo que desaparecieron antes. Todo me encajaría mejor si las fechas fueran anteriores.

Reseña completa en el blog:





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