Walden o la vida en los bosques

Quería vivir profundamente y extraer de ello toda la médula; de modo tan duro y espartano que eliminara todo lo espurio, haciendo limpieza drástica de lo marginal y reduciendo la vida a su mínima expresión; y si ésta se revelare mezquina, obtener toda su genuina mezquindad y dársela a conocer al mundo; pero si fuere sublime, conocerla por propia experiencia y ofrecer un verdadero recuento de ella en mi próxima manifestación.

H. D. Thoreau. (Walden o la vida en los bosques)


Acercarse a Thoreau, es como escuchar el cauce de algunos ríos; vertiginosos a veces y luego tenues. Como conversar con el abuelo sabio que trata de explicarte cómo funciona el mundo a través de su experiencia. Y no, no un sabiondo; pues no es pretencioso. En el sentido político de la palabra es un romántico consciente. Walden o la vida en los bosques, no es una guía o un manual, es una memoria abierta, es un compendio de experiencias que logra, para quien se acerca a ella, hacer sentir la cercanía de los bosques, sus sonidos, el mundo construido a través de los sentidos.

Ahora bien, después de ese preámbulo medio poético (por así decirlo), cuando utilizo el término romántico consciente en el sentido político me refiero a Thoreau como un tipo que, no solo reflexiona sobre la “economía” de la vida y la condición reductible de la misma, sino también, a través del regreso a la vida en el bosque, hace acto de resistencia ante un sistema económico súper-consumista y, plantea un elemento importante que, además de filosófico también es político y es esa vaina extraña que denominaré: reconstrucción y replanteamiento del hábitat. Es simple, imaginemos que todos regresemos, aunque sea un instante, a la vida sencilla del bosque. Tienes una cabaña, alimento, recursos naturales, materia prima, trabajo manual, paseo en la naturaleza, espacios de reflexión, distanciamiento del centro puramente industrial y desgastante (y sí, probablemente suene genialísimo, para una temporada de vacaciones o para estar a la moda con el “salvemos los montes” y te tomes la foto y luego regreses a la ciudad, a seguir pululando entre la contaminación y entre la destrucción que - no nos digamos mentiras ¬– como especie causamos, a lo que me refiero es a que, como toda especie, nuestra marca personal es la destrucción).

Retomemos: cuentas con todo lo anterior, luego te instalas por un tiempo en el bosque. Creería que todo lo que necesitas ya está allí. Y no hablo radicalmente, en el sentido en que se tenga que renunciar a todo o que corran por ese sendero del ascetismo de una manera vertiginosa. No, me refiero más a lo que hace o trata de hacer el libro: mostrar de la manera más sencilla, como sería la vida si replanteáramos lo que consumimos. Si fuéramos más conscientes de qué es lo hacemos y de qué forma. Es un acto político, porque transforma y cuestiona las formas de vivir. El libro no solo se acerca a la visión consumista del dinero, también se acerca a la forma de adquirir el conocimiento, de cómo lo usamos para crear y para destruir; se acerca a la forma en qué volvemos objeto de estudio y explotación el espacio, antes que habitarlo; reflexiona alrededor de la industrialización y la manera en la que hemos perdido el valor por el trabajo manual; rescata la tarea de tratar de cultivar la tierra, de regresar a ella. Y, no lo pienso en el sentido de la identidad, por ahí alguna vez leí que se vaya a donde se vaya, en cierta medida, allí también perteneces. Es más la manera en la que le damos significado y ayudamos a construir el espacio. Reitero, la manera en la que volvemos a pensar nuestro hábitat y lo transformamos. Es por eso que el libro narra las etapas de adaptación en el bosque, pues no es un proceso simple o que conste de solo “habitar”, también consta del proceso epistémico, ecológico, económico, científico, económico, cultural, social y político, pero, desde el punto de vista de lo conciso y necesario.

Aunque esto parezca un equívoco burgués (entendido en el sentido del especismo, del veganismo, de la reducción de la huella ecológica, pues parece más bien un privilegio de los que pueden renunciar a, pues no tienen mucho que perder, sin embargo, eso ya es otro tema), la reflexión alrededor de nuestra huella en el mundo y nuestro aporte a la recuperación del planeta, puede empezar a gestarse desde la reflexión. Bien como lo señala el epígrafe, es un proceso largo y constante. Sin embargo, libros como Walden o la vida en los bosques, nos pueden acercar mucho al replanteamiento de la forma de habitar el espacio. Además, sin olvidar que el libro tiene un lirismo que conecta con la armonía, a veces tranquila, a veces vertiginosa del bosque. En ese sentido, no solo nos acerca de manera poética, si no de manera contundente a las implicaciones de vivir la vida de manera austera. Invito a la lectura del libro, que, como todos, nos deja luego lugar a la reflexión.

Maravillosa obra naturalista. El claro ejemplo de la bondad de la simbiosis con la naturaleza. Es un libro que transpira libertad, perfecto para leer tranquilamente y sin agobios, paladeando todas sus estaciones. Uno de esos libros que me gustaría leer una y otra vez a lo largo de mi vida.