Lady Hotspur

Se supone que la reina es el sol, pero ¿qué es el sol sin el cielo, la luna, la tierra y la gente? Una estrella fría y sin sentido.

No es fácil aceptar la vulnerabilidad necesaria para transformarse en algo más grande de lo que uno nació para ser.

¿Acaso las historias no pueden ser también reales? Si engalano un hecho auténtico con hermosas palabras, la belleza no echa por tierra la verdad. Una buena historia no es lo mismo que una mentira.

Dejar que Hal entrara en su corazón de nuevo no cambiaba nada, excepto los sentimientos de Hotspur.
Quebrada. Ensangrentada. Eufórica.
Hal Bolinbroke la hacía desear posibilidades, historias con finales felices, amor y honor para gobernar el mundo.
Cosas irracionales.

La sinceridad era una base sólida, y la amistad resultaba mejor que una historia de amor desesperado.

-Esto solo empeora las cosas.
-El amor no empeora las cosas.
-Las hace más difíciles, entonces.
-Lo único en toda mi vida que me ha parecido fácil fue enamorarme de ti -murmuró Hal-. Seguir enamorada de ti, por el contrario...

-No necesito que me ames. Necesito que me aceptes como tu compañero, que me des una corona de consorte y des a luz a mis hijos. Uno o dos. Nuestro matrimonio es asunto de reinos, no de corazones.
-Qué trágico.
-¿Preferirías que te amara sin ser correspondido? ¿Preferirías que suspirara por ti y te deseara? ¿Preferirías que imaginara el sabor de tu sudor, la sensación de tu aliento en mi piel hasta pensar en Dios? Puedo darte poesía, Hal, puedo darte pasión.
-Preferiría que fueras una mujer.

El fin no forma parte de la naturaleza del amor. El amor es intrínseco a sí mismo, como las estrellas o el agua salada. Sin estrellas, no hay destino; sin sal, no hay mar. Y como el destino, el amor debe existir una vez que nace. Como el mar, el amor nos rodea. Es activo, crea, nos empuja, nos arrastra o nos separa. Nos cambia con su inexorable movimiento. Pero como no puede terminar, el amor cambia. Puede ensombrecerse, pudrirse o transformarse, sin perder nunca su poder. Debemos esforzarnos por no permitir que nuestro amor se corrompa o nos corrompa.

-Es una pérdida de tiempo dudar de las decisiones en el campo de batalla. Una vez que se toma una decisión, solo queda seguirla y analizarla, pero no tiene sentido arrepentirse.
-No estamos en guerra.
-Siempre estamos en guerra en este mundo.

La reina de Aremoria debe ser nuestro sol. Debe ser el árbol que arraiga a nuestros pueblo. Si ese sol se nubla o si el árbol se pudre por dentro, vale la pena causar un incendio que se lleve el veneno.