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Crítica de Bookworm


Bookworm
26 April 2020
Conocí a Tatiana de Rosnay como muchos de vosotros seguramente, leyendo "La llave de Sarah", una novela muy bonita y muy triste a la vez. Me gustó tanto que un tiempo después leí "Boomerang" de la misma autora. También me gustó, pero ni de lejos como la primera vez. Tampoco eran historias comparables, pero la verdad es que esperaba más, así pues cogí "Tinta rusa" con ciertas expectativas y sinceramente tengo que decir que es un libro que no me ha gustado. Aún me queda otro libro de Rosnay pendiente ("La casa que amé"), pero de momento seguirá esperando.

He estado a punto de dejar de leer "Tinta rusa" en un par de ocasiones, pero esperaba que finalmente la historia diera un vuelco de esos que te hicieran pensar que al final había valido la pena esperar, pero la verdad es que no he tenido esa sensación.

El principal problema para mí ha sido su protagonista: Nicolas Duhamel. ¡Qué ser más egocéntrico y pagado de sí mismo! Es engreído, pedante... un escritor con una única novela en el mercado con la que tuvo un éxito espectacular a nivel internacional, tanto que se llegó a hacer una adaptación de la novela al cine y la actriz principal de la misma acabó ganando un Oscar. Desde la publicación de "El sobre", Nicolas vive del cuento, bueno del cuento no, de las ganancias de sus millonarias ventas, de hacer publicidad de lujo en revistas "bien" y del adelanto millonario que su autora se arriesga a darle por su próxima novela, antes de que cualquier otra editorial fiche al autor "de los huevos de oro".

El problema es que no ha vuelto a escribir ni una sola página y las excusas con su editora se están acabando. Nicolas disfruta demasiado de su éxito, de su momento de gloria y está obsesionado con las redes sociales, pendiente de los comentarios y "Me gusta" de Facebook y Twitter (se ve que Instagram no tenía tanto auge cuando la autora escribió la novela), se cree que todo el mundo debe conocerle y cuando alguien no lo hace no lo comprende. Desde que ha triunfado, se codea con lo mejorcito del panorama literario y ha ido descuidando a su familia y amigos de forma vergonzosa y una de las cosas que más me han gustado es el rapapolvo que le echa por teléfono su "amigo" François.

“Eres flor de un día. Te has convertido en un producto. Lo veía venir. Aparte de mí, Delphine es la única que también lo veía venir. La verdad es que ni siquiera eres capaz de escribir un nuevo libro. No posees lo que se necesita para ser escritor. Para ser escritor tienes que sufrir, ya lo sabes. Debes tener en tu interior esa herida oculta. Necesitas sangrar. Tú no sufres. Tú no sangras. Antes sí. Sangraste cuando suspendiste el examen. Sufriste cuando averiguaste quién era realmente tu padre y cuando comprendiste cómo podía haber muerto. Escribiste tu libro con lágrimas y sangre. Y ahora vives de tu éxito mundial. Se te ha subido a la cabeza. Todo te da igual. Gastas. Viajas. Te dejas ver. Sales en las revistas femeninas. Eres el rey de Twitter. La verdad es, Nicolas, que nunca volverás a escribir nada”.

El caso es que vista la falta de inspiración para empezar una nueva novela decide irse unos días con su novia Malvina a un hotel de lujo en la Toscana y al regreso ponerse manos a la obra. Será desde allí, donde iremos conociendo detalles de su vida, sobre todo el hecho que inspira su novela, al perder su pasaporte e intentar renovarlo.

Nicolas vive en Francia y al ir a tramitar un pasaporte nuevo, se entera de que la ley le obliga a demostrar que es francés. Da igual que haya nacido en Francia porque su padre era ruso y su madre belga, así que al buscar los papeles que le hacen falta descubre ciertas cosas que nunca le habían contando sobre su origen. Esa es la historia que le sirve para su novela, solo que en lugar de protagonizarla él mismo, decidió contarla a través de la voz de una mujer. ¿Quizás esa era la única historia que tenía que contar y por eso no es capaz de escribir nada nuevo?

El caso es que durante sus vacaciones por más que lleva consigo su cuaderno Moleskine no escribe ni una sola línea, más bien debe lidiar con los celos de Malvina, otro personaje insoportable, que es terriblemente celosa y vive pendiente de cada comentario que le dejan a Nicolas en las redes sociales y de cada mujer que se acerca a él (a saber con qué ladinas intenciones), también se encuentra con otro autor que no resulta ser mucho más agradable que él y una famosa editora que ¿simula no conocerle? ¿Puede ser que no conozca al gran autor de "El sobre"? ¿En serioooo?

En fin, que al no ser capaz de conectar con los personajes me ha costado leer este libro, ese ha sido el principal motivo para no disfrutarlo, porque en realidad la prosa de la autora es de fácil lectura, pero es que tampoco la historia de Nicolas me ha resultado especialmente interesante y el final, ese final donde la autora aprovecha una noticia que tuvo mucha repercusión en 2012 para introducirla en la novela tampoco ha acabado de convencerme.

Por destacar algo bueno, diría que sí resulta interesante ver cómo surge la "inspiración" para escribir un libro, cómo puede ser un éxito o no y cómo cuesta volver a escribir cuando el listón ha quedado demasiado alto. Creo que lo mejor de la novela es la parte en la que Nicolas no sabe qué hacer para volver a escribir y se pregunta qué harán otros autores, así que durante un par de páginas, conoceremos algunas de las manías de otros autores. He aquí una "pequeña" muestra:

“Nicolas se enteró de que a Russell Banks no le gustaba escribir narrativa en su ordenador, pues no le salía fluida. Escribía una primera versión a mano, con un esquema aproximado para guiarse. […] Margaret Atwood, que tuiteaba tanto como Nicolas, imprimía los capítulos y los amontonaba en el suelo, cambiándolos de orden si hacía falta. Cuando se le ocurría la idea para una novela, tenía que anotarla en el primer trozo de papel que pudiera encontrar, aunque fuera una servilleta de papel. […] Kazuo Ishiguro corregía de manera implacable, eliminando partes de más de un centenar de páginas. […] William Faulkner bebía whisky. F. Scott Fitzgerald bebía demasiado. […] Ernest Hemingway producía quinientas palabras al día, cada día. Ian McEwan, mil. Stephen King, dos mil. Vladimir Nabokov escribía en fichas. Virginia Woolf, Victor Hugo y Philip Roth escribían de pie. […] Haruki Murakami empezaba a escribir a las cuatro de la mañana. Toni Morrison lo hacía al alba, para ver nacer la luz. John Steinbeck fumaba en pipa. Guillaume Musso escuchaba jazz. Dorothy Parker tecleaba con dos dedos. […] Simone de Beauvoir escribía ocho horas al día y paraba para almorzar. Joanne Harris, en un cobertizo de piedra construido por su marido. Marc Levy en una mesa hecha con una vieja puerta sobre caballetes. Gabriel García Márquez solo podía trabajar en un entorno conocido y nunca en hoteles ni con una máquina de escribir prestada. Delphine de Vigan necesitaba un largo descanso entre novela y novela. Maupassant necesitaba mujeres; Cocteau, opio”.

No sé, quizás la novela guarda otro significado más "profundo", pero yo no lo he encontrado.

Enlace: https://bitacorademislectura..
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