“La noche y el día de Ayami” es de esas novelas en las que mientras lees sientes que vas caminando tranquilamente por la calle y de repente, sin darte cuenta, el suelo se abre a tus pies y comienzas a caer sin saber muy bien lo que va a pasar a continuación. La vida de Ayami, nuestra protagonista, es aparentemente tranquila. Trabaja en un teatro sonoro que lamentable cerrará sus puertas en pocos días, lo que hace que comience a preocuparse por su futuro. Una noche, tras un acontecimiento inesperado y tras cenar con su jefe, se dispondrá a hacerle un favor a su profesora de alemán, haciendo de guía a un escritor que viene al país para trabajar en su próxima novela. Es a partir de aquí, donde discernir entre que es real y que no se vuelve complicado. La autora juega con esta dualidad haciendo partícipe al lector de la interpretación de los acontecimientos. Es al ponerse el sol donde el mundo comienza a ser un lugar poco claro, la noche atrapa a Ayami en una serie de sucesos extraños que nublaran su percepción y crearán una atmósfera de irrealidad que lo envolverá todo hasta límites insospechados. Con una prosa audaz, y una traducción magistral, esta novela ahonda en el simbolismo más puro. Con una línea temporal difusa la historia se construye y deconstruye así misma constantemente en una especie de danza que tiene como eje central a la inocente Ayami. La metáfora juega un papel importante en toda la novela, actuando como lente de distorsión, así como las diferentes perspectivas que aportan los personajes que transitan la realidad, que puede ser la misma para todos, o no. En apenas 125 páginas, Bae Suah elabora una obra magistral en la que hasta el más mínimo detalle puede ser un punto angular de la historia y en la que nada es lo que parece. “La noche y el día de Ayami” nos invita a una reflexión profunda en la que tomar anotaciones de la lectura se vuelve casi una necesidad para intentar descifrar los entresijos que esconden sus páginas. + Leer más |