Acabo de descubrir otra estupenda novela que mezcla crimen, investigación, contexto histórico y mujer protagonista en busca de independencia. Hulda es, nada menos, que una comadrona en 1923. Es una época de entreguerras, convulsa de una manera inimaginable por culpa de la hiperinflación. Se llegaba a pagar millones de marcos por un huevo. ¡Es inverosímil! La realidad histórica es un pozo de tesoros atroces, sin duda. Lo primero que me ha atraído de este libro es la profesión de la protagonista. Me gusta conocer los entresijos de las mujeres en ese estado entre la vulnerabilidad de su rol familiar y su identidad como persona libre. El embarazo y el parto son circunstancias trascendentales para una mujer, por lo que siempre están rodeadas de ternura y polémica, además de datos biológicos y médicos que me resultan interesantes. Por otro lado, este momento en el tiempo en Berlín está bullendo de injusticias sociales y disturbios ideológicos que van sembrando el campo de la nación para un futuro conflicto bélico. Hulda Gold se mueve por la ciudad casi todo el tiempo a pie, visitando barrios pobres cuyas carencias pero también idiosincrasias culturales destacan en todo su abigarrado detalle. En esta segunda novela, que he leído sin problema pese a la falta del primer volumen, la comadrona se enfrenta a un parto complicado, sobre todo, por el ambiente opresivo que rodea a la joven madre. Las costumbres judías enfrentadas a la pobreza extrema y la presencia de otra religión y cultura en choque suponen el obstáculo para que ella pueda realizar su labor con facilidad. Un delito de proporciones grotescas azota la ciudad y va a poner en jaque a Hulda y a su novio, el comisario, con quien le une una relación también compleja. Me he sumergido en la atmósfera rica de la ciudad, cuyos barrios y gentes variopintos están tan bien explicados por el estilo psicológico y detallista de la autora. Los personajes respiran a través de sus pensamientos y conversaciones con personalidad contundente. Me han encantado los diálogos con varios de ellos, desde la casera al dueño del kiosko, pasando por el comisario con su crisis de identidad y el carismático rabino. El misterio, a su vez, funciona perfectamente ensamblado con el trabajo y la vida personal de Hulda, que refleja con prístina claridad las penurias de la época, tan salvajemente apaleada por la miseria y las disensiones sociales. Llega a un punto en que la tensión en la ciudad estalla y de repente te da escalofríos que la convivencia se trastoque de un modo tan brutal y generalizado. Me ha parecido que hay un buen balance entre la parte personal, doméstica y emocional y la parte externa del conflicto histórico y cultural. El caso criminal es un hilo más del gran tapiz de la ciudad. en la que hasta el mismo final se produce una desgarradora pugna entre la vida y la muerte. Me han conmovido los casos de los partos y el sentido de la maternidad. Me ha gustado mucho conocer a Hulda y estoy dispuesta a continuar conociendo su evolución en su entorno, en su carrera ginecológica y con sus congéneres. ¿Qué otros casos investigará por el bien común? Enlace: https://torretadebabel.blogs.. + Leer más |
Anne Stern, autora de Luces y sombras en Berlín, nos habla un poco más de su novela.
Berlín, 1922. Hulda Gold es una comadrona intrépida, tenaz y muy apreciada en el barrio donde reside. La Primera Guerra Mundial ha dejado a su paso profundas heridas y, aunque la joven República se caracteriza por una atmósfera de renovación, también está marcada por una gran pobreza. Caracterizada por su talante comprometido, Hulda es propensa a meterse en problemas. Cuando una de sus pacientes se muestra muy afectada por la muerte accidental de una vecina, la joven no puede evitar inmiscuirse. ¿Por qué el distante comisario de la Policía Criminal se interesa por este caso? Ella inicia sus propias pesquisas y desciende poco a poco a las profundidades de una ciudad en la que las luces y las sombras están estrechamente unidas.