Uno hace planes, pero luego la vida se encarga de meter los dados en el cubilete y volver a lanzarlos. Puedes pasarte el resto de tus días lamentando haber perdido la jugada anterior o sacar el máximo partido de la próxima.
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Uno hace planes, pero luego la vida se encarga de meter los dados en el cubilete y volver a lanzarlos. Puedes pasarte el resto de tus días lamentando haber perdido la jugada anterior o sacar el máximo partido de la próxima.
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《Perfecto, aún no hemos empezado nada y ya quiere dejarme. Creo que acabo de batir algún récord》
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La libertad. Bonita palabra, pero ¿existe en realidad? Cuando somos niños deseamos crecer para hacer lo que queramos; y adultos, renunciamos a nuestros sueños para alcanzar metas puntos suspensivos, pero ¿metas de quién?
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Holanda era un país francamente curioso: tan diminuto, sin altas montañas como Suiza, caudalosos ríos como Francia, industriosas ciudades como Alemania o el rico patrimonio histórico de los países mediterráneos. ¿Cómo había logrado un pequeño trozo de tierra hundido convertirse en un país tan importante?
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Tenía la sensación de ser una marioneta en un gran espectáculo de guiñol. Y no solo por estar a las órdenes de unos secuestradores sin escrúpulos. Sintió que formaba parte de una trampa mucho mayor. Esos jóvenes que, como él, habían sido niños hacía cuatro días, eran captados por el sistema con la promesa de un sueldo que les permitiría disfrutar de la tecnología más tentadora: patinetes eléctricos, móviles con cámara de alta definición, altavoces inteligentes, asistentes virtuales con nombre de mujer... pero para conseguir esos juguetes debían renunciar a su libertad y aceptar trabajos mal pagados dónde se promocionaba los más obedientes, los que anteponen el trabajo a todo: la familia, los amigos, la propia salud...
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Sin embargo, nunca conseguía callar del todo una vocecita que le advertía que el camino que había tomado para llegar a lo más alto de su profesión era una autopista de pago y que, en algún momento, llegaría al peaje.
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«Si vas a hacer lo que te dé la gana, conmigo no cuentes. Yo me largo; ya te las apañarás», le dijo su conciencia. «Vale, gracias, abandóname tú también.» «Oye, mona, no me hagas chantaje emocional, que de eso me encargo yo. Eso es intrusismo profesional.» |
¿Para qué viajan Fray Guillermo y Adso a la abadía benedictina?