"Las manos de Rafael se cerraron alrededor de su cuello en un gesto cargado de posesividad. —Eres mía, Elena. Si decides dormir en otra cama, yo me limitaré a recogerte y a traerte de vuelta a casa. - Palabras arrogantes. Pero era un arcángel. Un arcángel al que ella había reclamado como suyo. —Siempre que reconozcas que eso es válido para los dos…" |