No comprendía que, en aquel mundo demonizado por Occidente, también había habido felicidad y emociones, las de la juven-tud, del primer amor y del primer hijo; placeres sencillos, que habían desaparecido entre nosotros, donde la abundancia te hacía indiferente, como flirtear con lo prohibido, leer periódicos occidentales, escuchar a escondidas discos estadounidenses con los amigos, desafiar a la policía circulando en monopatín, prohibido porque era made in USA....
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