−No si lo piensas bien. Osvaldo, prométeme que me esperarás. −¿Esperarte? −¡Sí! ¡En el mundo que sea! ¡En tu limbo, en el Cielo, en el Infierno, en otra vida, pero donde sea!− exclamó la muchacha, y en cada palabra que decía el fuego en sus ojos le daban esperanzas al fantasma. Osvaldo lo pensó un poco, no era una locura. Era una posibilidad, y finalmente respondió: −¡Te esperaré siempre Constanza! ¡Hasta volverte a encontrar en otra vida! |