Ariadna, ¡Minos apenas te mencionó! Perdió a su creación legendaria y perdió a su prodigioso inventor. ¿Qué le podía importar la pérdida de una hija? Tú no le conferías prestigio, no podías infundir miedo en su nombre.
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Ariadna, ¡Minos apenas te mencionó! Perdió a su creación legendaria y perdió a su prodigioso inventor. ¿Qué le podía importar la pérdida de una hija? Tú no le conferías prestigio, no podías infundir miedo en su nombre.
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Teseo no me había dejado porque yo tuviera fallos o porque no fuera importante. Me había dejado porque a él nada le importaba más allá de la búsqueda de su propia fama. No iba a permitir que un hombre que no apreciaba el valor de nada me hiciera dudar de mi valor.
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¿Qué se sentiría? Al ganarse el respeto de gente que llevaba años sin verte y que no sabía nada de ti, excepto que eras el hijo, y no la hija, del rey.
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Había dado en el clavo con una gran verdad sobre las mujeres: no importaba lo intachable que fuera tu vida, las pasiones y avaricia de los hombres podían llevarte a la ruina y no se podía hacer nada al respecto.
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Los dioses disfrutaban de las destrezas humanas en la caza, la música o el bordado, pero se mostraban siempre alertas a la soberbia, y pobre del humano cuyas habilidades se aproximaran a las divinas. Algo que no toleraban los seres inmortales era ser inferiores a alguien en ningún aspecto.
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Pasífae. Sémele. Medusa. Y ahora cientos de madres dolientes. El precio que pagábamos por el resentimiento, la lujuria y la avaricia de los hombres arrogantes era nuestro dolor, puro y reluciente como la hoja de un cuchillo recién afilado
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Lo único que puede hacer una mujer en este mundo es tomar lo que quiere y arrasar con los que se interponen en su camino antes de que la rompan en pedazos
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Teseo no me había dejado porque yo tuviera fallos o porque no fuera importante. Me había dejado porque a él nada le importaba más allá de la búsqueda de su propia fama. No iba a permitir que un hombre que no apreciaba el valor de nada me hiciera dudar de mi valor
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Sabía bien, por todas las historias, que cuando un dios lloraba, otra persona sufría
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Podía morir llorando o podía enfrentarme a mi destino con el coraje de todas esas mujeres que me precedieron. Visualice la imagen de Medusa para calmar la respiración agitada. Las serpientes siseaban, escupían y se contorsionaban en la cabeza, infundiendo miedo en los corazones de los supuestos héroes, que se encogían de pavor. Yo podía hacer lo mismo. La rabia sería mi escudo
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?