Sabía bien, por todas las historias, que cuando un dios lloraba, otra persona sufría
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Sabía bien, por todas las historias, que cuando un dios lloraba, otra persona sufría
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Podía morir llorando o podía enfrentarme a mi destino con el coraje de todas esas mujeres que me precedieron. Visualice la imagen de Medusa para calmar la respiración agitada. Las serpientes siseaban, escupían y se contorsionaban en la cabeza, infundiendo miedo en los corazones de los supuestos héroes, que se encogían de pavor. Yo podía hacer lo mismo. La rabia sería mi escudo
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Esos hombres, esos dioses que habían jugado con nuestras vidas y que nos apartaban de su lado cuando ya nos habían usado, que se reían de nuestro sufrimiento y se olvidaban de nuestra existencia
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Decidí que, si se daba el caso, yo sería Medusa. Si los dioses me culpaban algún día por los pecados del otro, si me castigaban por las acciones de un hombre, no me escondería como Pasífae. Yo portaría la corona de Serpientes y el mundo se encogería ante mi presencia
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Lo que yo no sabía era que había dado en el clavo con una gran verdad sobre las mujeres: no importaba lo intachable que fuera tu vida, las pasiones y avaricia de los hombres podían llevarte a la ruina y no se podía hacer nada al respecto
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Había muchas más historias como esa. Al parecer, el cielo nocturno estaba lleno de mortales que se habían enfrentado a los dioses y lucían ahora como ejemplos fulgurantes de lo que los inmortales eran capaces de hacer
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Los dioses disfrutaban con los espectáculos de dolor
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Sabía bien, por todas las historias, cuando un dios lloraba, otra persona sufría.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?