El camino de las luciérnagas

Porque creo que si me dejo llevar por sus palabras me arrastraría con él hasta el mismísimo infierno.

Nunca habíamos hablado del tema, habíamos preferido dejarlo dormir, sabiendo que algún día despertaría con un llanto estridente en mitad de la noche.

¡Mi maldita autoestima siempre traicionándome, haciéndome imaginar que era el blanco de todas las bromas pesadas!

Quería ver entrar por la puerta a un gordote cabizbajo con olor a sobaco y poder esbozar con los demás una sonrisa de complicidad.

No podía entender ese desinterés hacia todo lo que a mí me parecía crucial. Creo que a veces hasta lo despreciaba por ello. Me parecía un inculto.

Después de diez años de compartir aula, patio y penurias, mis compañeros habían dejado de meterse conmigo y con mi nombre y me habían vuelto invisible. Y yo había llegado a creer que lo era.

Recuerda, hijo: las situaciones las crea uno mismo y, cuando nos vienen dadas, siempre podemos elegir cómo vamos a actuar