Lavidamurmura01 May 2024
Algunas experiencias involuntarias pueden ser muy instructivas. La tormenta hace hablar a la montaña, revela su interioridad compleja, caótica y carnal. Le da la vuelta como si fuera un guante y nos coloca en el corazón mismo de los elementos. Nos enseña su tumulto y exalta nuestros sentidos. Una tormenta de montaña no solo crea una suerte de acuerdo fisiológico interior. Teje una extraordinaria relación de reciprocidad entre el cuerpo y el lugar. Gracias a la tormenta, entramos en la sierra y esta nos desborda. Animados por una vida nueva, conectamos con lo esencial, los árboles, las rocas, la flora, las glaciaciones, los animales empapados, la lluvia. Este tipo de encuentro íntimo con la montaña es inefable. La experiencia es tan intensa que permanece mucho tiempo grabada en los recovecos de nuestra memoria. Y de pronto resurge, tan despierta como insistente, y exige ser narrada.
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