Soledad voluntaria

Hay quienes solo con escuchar la palabra “soledad” cierran sus ojos y su ánimo a la sola posibilidad de que nombrar o pensar el peligro sea atraerlo hacia sí. A mí, por el contrario, no solo no me espanta sino que me interesa terriblemente todo lo que contenga dicho término.

Pero no fue solo ese el motivo por el que quería leer Soledad voluntaria de Olivier Remaud, sino porque hace unos meses leí su anterior libro, Pensar como un iceberg, y me pareció exquisito y especial, por su tema y su delicadeza y hondura a la hora de tratarlo.

En este ensayo, Remaud nos ayuda a encontrar respuestas a unas preguntas fundamentales: ¿Nos puede gustar estar solos? ¿Dar un paso al lado y apartarse momentáneamente de la sociedad es un hábito misántropo, una cobardía? ¿Soledad es lo opuesto a sociedad?

Tomando como figura fundamental a Thoreau y su obra Walden (quizá de manera demasiado insistente), se debatirá si aquel que se aleja de sus congéneres pierde su condición de participante de la sociedad. Cobijarse en las tierras interiores para reflexionar y tomar mejores decisiones es, en cierto modo, un acto político.

Esta es una lectura-cascada que nos llevará a cuestionarnos nuestro propio modo de estar en el mundo y cómo gestionamos nuestros tiempos en soledad. ¿Solo es posible la soledad huyendo a paisajes desolados y extremos? Si continuamente se nos dice que el ser humano ha nacido para vivir en soledad, ¿esto anula nuestro derecho a querer estar solos?

La soledad puede ser el tiempo de la verdad, pero solo si tenemos en cuenta que este tiempo es limitado, porque la soledad prolongada no es el antídoto contra el dolor; sabremos cuidarnos en soledad si después sabemos volver a salir al mundo y compartir nuestros aprendizajes con los otros.

Soledad voluntaria es una lectura tranquila que, sin removernos las entrañas, es lo suficientemente intensa como para provocar en nosotros la tan temida reflexión, que no dista tanto de ser la otra cara maldita del espejo que es la soledad.

Como dijo Montaigne: «Retírate, pero prepárate antes de recibirte; sería una locura fiarte de ti mismo si no te sabes gobernar».
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