Nada es verdad

 ‘Nada es verdad' es una de esas novelas donde la ficción se disfraza de realidad o donde la realidad se esconde en la ficción. Ya lo vemos desde su título, ese intraducible ‘Niente di vero' y esa Verónica omnipresente a la que tanto he llegado a querer, Vero narradora y Vero autora. Si son la misma y si eso importa, te toca a ti juzgarlo. Porque… ¿es acaso posible escribir algo realmente verdadero y más si uno mismo está en el foco? Seguro que se puede ser fiel a la mirada propia y confiar al 100% en la memoria, pero… este libro reflexiona sobre cómo esta se construye y cómo inventamos nuestra propia narrativa, y cómo eso afecta a como nos des/cons-truímos. Lo cierto es que… si lo piensas, en realidad, nada es verdad.
 
“La memoria es para mí como el juego de dados al que jugaba de pequeña, solo es cuestión de tiempo decidir si es inútil o está trucado”
 
Una novela sobre la familia, el duelo y la memoria; y como estos aspectos influyen en la creación de nuestra identidad y en cómo sobrellevamos el día a día. ¿Cómo puede ser alguien tras crecer a la sombra de un “hermano perfecto”, con una madre permanentemente angustiada por la vida y un padre que levanta tabiques cada sábado en una casa minúscula?
 
La narradora utiliza el humor y la ironía como escudo para poder afrontar el doloroso relato de su infancia y reflexionar sobre su presente, tras crecer en una familia de la cual quieres conocer todas las anécdotas, pero agradeces con toda la fuerza no haber nacido ahí. Una vida llena de situaciones estrambóticas y desastrosas pero que rezuman autenticidad y cotidianidad; si has vivido momentos similares, es imposible no sentirte representado y querer abrazar a Verika.
 
Conseguir hacer reír al lector me parece complicadísimo (y yo solté carcajadas), pero aún más si el trasfondo no es bonito. Se ha relacionado mucho el humor directo y punzante de este libro con Flebag, y estoy de acuerdo. Y, de hecho, la gracia que impregna gran parte de la novela hizo que, en mi primera lectura, sentí que la parte final perdía fuelle. Y digo la primera lectura, porque lo he vuelto a leer, llevo dos meses hablando sin parar de este libro y pensando en él, y necesitaba darle otra saboreada. Y afirmo que es una lectura que crece en ti. Las reflexiones más potentes en cuanto a los temas principales alcanzan el culmen en las últimas páginas, donde, al fin, se deja ver en toda su autenticidad (o no), la Verika adulta que escribe la novela. La mujer conformada por esa familia, vivencias, decisiones recuerdos y pérdidas.
 
Una colección de recuerdos de los momentos que han marcado una vida, de una cárcel familiar a una huida sin final. Un collage divertido y doloroso de autoficción, donde la autora expone y manipula (como la mentirosa y gran cuentista que es) su propia vida, para regalarnos algo más que un coming-of-age porque hay mucho de qué hay después de crecer. ¿Cuánto de los niños y adolescentes que fuimos viven en nosotros gracias al aprendizaje de lo vivido, a las personas que hemos conocido y al desconsuelo de todo lo perdido? ¿Cuánto nos refugiamos en las mentiras para estar mejor? ¿Cuántas llegamos a creernos y convertirlas en verdad? Y… ¿cuánto cambian los recuerdos del pasado si los pasamos por el filtro de entendimiento que otorga la edad?
 
Me llevo frases que han pasado a mi vocabulario diario como “Francesca está al teléfono” o “hemos caído en la paradoja” y a Francesca, que me alegro que no sea mi madre, pero que como personaje no tiene rival.
 
Si también te refugias en el humor para hablar de lo que más te cuesta, vas a amar.

Me propuse conocer hoy algún autor o autora y me topé con este libro de Verónica Raimo. Y propósito cumplido. Es un libro bibliográfico, autoficcion, como tantos de otros escritores con que me he topado de forma fortuita. Bien escrito, con anécdotas divertidas y reflexiones personales sobre lo que fue, lo que no fue, la amistad y las decisiones personales de vida.

Entretenido y transgresor, al ser un libro de menos de 200 paginas se lee en un ratito pero poco más. He leido bastante últimamente sobre el derecho reivindicativo de vivir la vida sin prebendas, sin dar nada por sentado, a tomar decisiones impopulares y el derecho de sus autores a contarlo tal cual fue o lo siente o recuerda su autor/a y me reafirmo en que sigue sin apetecerme demasiado este tipo de libros familiares medio bibliográficos.

Nada es verdad es un libro cortito pero que yo he disfrutado a lo grande.


Verónica nos deleita con una ágil e incisiva pluma con la que nos cuenta numerosas anécdotas y situaciones que desde su más tierna infancia ha vivido y sufrido con su desestruturada familia, con una madre omnipresente que vive llena de angustia, un padre obsesivo y un hermano mayor muy listo que acapara el protagonismo pero que es su mejor apoyo.


Emplea la ironía y el sentido del humor que actúan como barrera de defensa porque de otro modo el panorama sería demasiado desolador pero al mismo tiempo nos deja entrever pinceladas de sufrimiento cuando aborda el duelo por la muerte de su padre o al hablar de la selectividad de la memoria.


Me encanta el juego de palabras que tiene el título original en italiano "Niente di vero" que se puede traducir también como "Nada de Vero" que podría no ser nada y al mismo tiempo significarlo todo.


Ha sido mi primer contacto con la autora y no he podido empezar mejor. Quiero seguir descubriendo todos sus libros.

"Mi hermano muere muchas veces al mes. Es mi madre quien me llama para avisarme de su fallecimiento."

Esta es una novela de unas memorias tan reales que te preguntas, "Nada es verdad, o si?". En esta autobiografía que no trata de ceñirse a lo sucedido, estás todo el tiempo preguntándote qué de todo lo que estás leyendo es real y qué no!

Desde luego, más allá de la veracidad de la historia o no, me ha encantado. La voz de la autora con una gracia que te quedas muerta, relata su día a día con su familia, narrando hechos (reales?) y situaciones que ha vivido, porque habremos caído en la paradoja, dudando de la verdad de cada página de este libro?

«Nada es verdad» es una novela repleta de humor agrio, del sarcástico, del desagradable, del que relata escenas turbias de una manera que te saca una risa incómoda. En cierto modo me ha recordado a «Fleabag», porque aquí el humor es también un escudo para esconder dinámicas familiares, en este caso muy opresivas, y sentimientos que son difíciles de tragar. Sus personajes son caricaturas en un teatrillo del absurdo. 

Y esto se nos presenta a modo de pinceladas que nos transportan como un recorrido más o menos cronológico desde la adolescencia hasta la actualidad de Veronica. Es más una sucesión de anécdotas que una historia en conjunto, que no dejan de referenciarse y crear así una mitología propia.

A través de un monólogo sin escrúpulos obtenemos una visión brutal y cínica de lo que relata. Es una protagonista que hace y dice cosas cuestionables, que es en ocasiones hasta arrogante. Es una narradora poco fiable que nos deja entrever que la mentira y la fantasía son su herramienta para seguir adelante.

Para mí lo que más aporta esta novela es el poso de reflexión sobre cómo utilizamos estas mentiras que contamos a los demás y a nosotros mismos para lidiar con lo que nos toca vivir. Eso y grandísimas frases como «Francesca está al teléfono» y «hemos caído en la paradoja», que se quedan para siempre en mi léxico.

Sin embargo, a mi modo de ver tiene un gran «pero» y son las 50 o 60 páginas finales. Me parece que cae demasiado en la redundancia, casi como si fuesen únicamente un alarde de lo bien que escribe la autora. Que estoy de acuerdo, que su pluma me ha parecido muy inteligente y aguda, pero a mi modo de ver estropean un poco el buenísimo sabor de boca que se me estaba quedando.

Aun así, la sensación que me queda es satisfactoria. Porque a pesar de ese par de cosas que menciono tiene momentos muy divertidos y es un libro que se lee solo.