Mientras se vestía no dejaba de pensar en ella y así no se encontraba solo, porque el constante pensamiento de ella confería a los momentos en que estaba lejos de ella el mismo encanto singular de aquellos otros señalados por su presencia
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Mientras se vestía no dejaba de pensar en ella y así no se encontraba solo, porque el constante pensamiento de ella confería a los momentos en que estaba lejos de ella el mismo encanto singular de aquellos otros señalados por su presencia
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Si ese mes acudía en ayuda de las dificultades materiales de Odette con menor largueza que el mes anterior, en que le había dado cinco mil francos, y si no le regalaba un collar de brillantes que ella anhelaba, no renovaría en ella aquella admiración por su generosidad, aquella gratitud que tan feliz le hacían, y corría incluso el riesgo de hacerle creer que su amor por ella había menguado, dado que vería disminuir sus manifestaciones
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Engastada, como una aparición de Gustave Moreau, en flores venenosas entreveradas con preciosas alhajas
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Mientras la colmaba de regalos y le prestaba servicios, podía descansar, confiando en unas ventajas externas a su persona y a su inteligencia, de la agotadora preocupación de agradarla por sí mismo
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¡Ay, con qué naturalidad nacen los besos en esos tiempos primeros de un amor! Menudean tan cerca unos de otros, costaría tanto contar los besos que se dan en una hora como las flores de un campo en el mes de mayo
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Suelen sernos tan indiferentes las personas que, cuando hemos depositado en una de ellas tales posibilidades de dolor y alegría para nosotros, nos parece que esa persona pertenece a otro universo, se rodea de poesía, transforma nuestra vida en una especie de extensión emotiva donde estará más o menos cerca de nosotros
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El ideal es inaccesible y mediocre la felicidad
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Hacía tanto tiempo que había renunciado a aplicar su vida a una meta ideal, limitándola a la consecución de satisfacciones cotidianas, que, sin decírselo nunca formalmente, creía que nada cambiaría hasta su muerte
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Comparado con hombres incluso inteligentes que nunca han pisado el gran mundo, poseía una de las superioridades propias de quienes han vivido un poco en él, y que consiste en no transfigurarlo por el deseo o el horror que inspira a la imaginación, en considerarlo como carente de importancia.
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¡Nunca tengo nada que hacer! Siempre estoy libre, lo estaré siempre para usted. A cualquier hora del día o de l a noche, si le resulta cómodo verme, mande a buscarme, y me sentiré muy dichosa viniendo. ¿Lo hará? ¿Sabe que sería estupendo?
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¿En que año nació Marcel Proust?