El protagonista de esta novela se despierta en la habitación de un hospital, ubicado en medio de una isla lejana del llamado tercer mundo. El dolor lo inunda y los recuerdos, desordenados, lo asaltan. No se ubica en el tiempo, pero puede pensar: por fin, por fin es él, otra vez. Él es “el encarnado”, y a diferencia de otros prototipos robóticos su memoria le ha sido implantada en su propio cuerpo orgánico clonado; un cuerpo deficiente que le cuesta mover y que deberá re-aprender a utilizar. Sus sentidos, como los sentidos de cualquier humano, son limitados, y su cerebro no se puede conectar directamente a la red de redes. Aún así, el deseo (siempre el deseo) se le hace inconmensurable. Con el paso de los días conocerá a las otras versiones de sí mismo, las cuestionará y se sentirá… ¡distinto! ¿Cómo es posible que nos separemos de nosotros mismos y queramos huir de lo que somos? Volver a la piel es una novela corta, un homenaje a la humanidad, siempre en búsqueda de la libertad y el control: “Libertad, seguía clamando algo en sus venas. Y continuaría haciéndolo, también en las de sus reflejos, en las de sus otras versiones” (93). Volver a la piel también es un homenaje silencioso a Shelley y a lo mejor de la ciencia ficción: Wells, Asimov, Cronenberg… Gerardo Horacio Porcayo (1966-) es mexicano y es considerado un autor pionero del cyberpunk en la literatura iberoamericana, gracias a: La primera calle de la soledad (1993). + Leer más |