El problema final

Como el propio autor ha dicho: “El problema final no es una novela negra, dicho sea con todo el respeto para quienes las escriben, sino una novela-problema como las de antes...”
Y esto queda claro cuando ya el título hace alusión uno de los relatos cortos protagonizados por el detective Sherlock Holmes.

El protagonista, Hopalong Basil, es un actor retirado que ha encarnado en el cine en incontables ocasiones a dicho detective. Estando de vacaciones en un pequeño hotel, donde se alojan otras nueve personas, en la isla de Utakos, una de las huéspedes, una turista inglesa, aparece muerta. Aunque en un principio todo apunta a un suicidio, acostumbrado como está, a aplicar en el cine las habilidades deductivas de Holmes, ve indicios de que algo no encaja.
Para complicar la situación, un fuerte temporal hace que la policía no pueda acceder a la isla, con lo que, aislados, el resto de huéspedes le piden que haga una investigación preliminar.

Basil, tomará las riendas de la investigación junto con otro de los huéspedes, Paco Foxá, un escritor español de novelas policíacas, quien será su particular “Watson”.
Todo se complicará cuando se produzcan otras dos muertes entre los allí alojados, sin aparente relación: el doctor que examinó el cadáver y un turista alemán con un oscuro secreto.

Así, el autor recrea una novela enigma al más puro estilo clásico de las novelas de detectives. A mí me ha hecho pensar en los clásicos de Agatha “Los diez negritos” o “Asesinato en el Orient Express”, pero investigado o con la mente deductiva del personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes.

Con su forma de escribir exquisita y concisa, el autor logra una trama clásica de manual, y como siempre en este tipo de novelas, yo no he logrado intuir, ni por asomo, el porqué de los asesinatos (salvo el ultimo) ni mucho menos descubrir al culpable hasta el último capítulo donde se revela todo.

Pero, tengo sentimientos encontrados porque siento que esta novela se queda corta para todo lo que podía haber dado.
Por ejemplo, nuestros personajes, como sucede en la novela “Los diez negritos” de Agatha Christie, están aislados en la isla, pero no hay ni angustia, ni miedo por su parte. Los personajes también son demasiados básicos y superficiales, como si fueran cartas en un juego de mesa de suspense. El autor no les da profundidad, dejando fuera la psicología y los sentimientos.

Estamos ante una novela de suspense que sigue la estela de esas clásicas novelas detectivescas en las que lo básico es la forma en que se pudo cometió el crimen y quien lo hizo.
Un libro para los fans de este tipo de novela policíaca , lleno de incógnitas, con giros inesperados que nos hacen dudar de todo y todos, con guiños cómplices en forma de citas, a las aventuras del ilustre detective y al Hollywood clásico que a veces rompen el ritmo de la novela y te sacan de la lectura. Eso sí, el final, como no puede ser de otra manera en este género, es brillante.