Son las cosas especiales, las que deberíamos tratar de preservar.
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Son las cosas especiales, las que deberíamos tratar de preservar.
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Incluso después de muertos seguimos esclavos de nuestras pasiones y adicciones, nuestras pequeñas ansias y obsesiones.
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-El escritor, aquel cuya vocación es autentica (pues no todos están hechos de la misma madera), es un amante nato de la vida. Con cada historia, el escritor empieza a confirmar su mundo propio, enriqueciéndolo con más y más detalles, sin darse cuenta que una vez comenzada la creación no puede parar, pues dicho mundo es infinito y tiene la obligación moral de seguir agrandándolo. El escritor es un coleccionista obstinado, queriendo reunir más y más historias (extensiones de sí mismo) que, incluso después de fallecer, siguen latentes en su corazón, como un dios que es incapaz de resignarse a abandonar su mundo creado sin dejar de seguir desarrollándolo. "¿Para quien seguir escribiendo? Si es un verdadero escritor, para sí mismo. La inmortalidad no se alcanza por la trascendencia del legado que dejas en las siguientes generaciones, no, eso no es más que una frase hecha, la verdadera inmortalidad nace del deseo de seguir creando, tan profundo e inabarcable como la propia imaginación. "Es ese amor hacia su obra, al fin y al cabo, fiel reflejo de la propia vida, lo que le impide abandonar este segundo nivel que llamarlo de alguna forma.", + Leer más |
-Se que no lo sabías. La mayoría tarde mucho. Otros, directamente nunca llegan a aceptarlo y, llegados a un punto necesitan su empujoncito antes de pasarse la eternidad comportándose como ellos, autoconvenciéndose de una realidad ilusoria
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Kronos también se enorgullecía, admitiendo que de todas las especies huérfanas sin planeta, la humana era la más obstinada en ese afán de superación, la más imprevisible, aquella cuya fuerza de voluntad conseguía brillar en los momentos más adversos, cuando las circunstancias y el sentido común invitaban a tirar la toalla.
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Lo más triste es que es su propia mente, y nada más, la única cárcel de la que es prisionero. No conozco condena más dura.
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«No creo que este sea el sitio más seguro para ti, hijo de la noche». Meditó unos instantes, para luego llegar con tristeza a la siguiente reflexión: «A decir verdad, ¿qué sitio lo es? Tendrá problemas allá adonde vaya, el mundo siempre fue cruel con la gente especial».
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El escritor, aquel cuya vocación es auténtica (pues no todos están hechos de la misma madera), es un amante nato de la vida. Con cada historia el escritor empieza a conformar un mundo propio, enriqueciéndolo con más y más detalles, sin darse cuenta de que una vez comenzada la creación no puede parar, pues dicho mundo es infinito y tiene la obligación moral de seguir agrandándolo. El escritor es un coleccionista obstinado, queriendo reunir más y más historias (extensiones de sí mismo) que, incluso después de fallecer, siguen latentes en su corazón, como un dios que es incapaz de resignarse a abandonar su mundo creado sin dejar de seguir desarrollándolo. ¿Para quién seguir escribiendo? Si es un verdadero escritor, para sí mismo. La inmortalidad no se alcanza por la trascendencia del legado que dejas en las siguientes generaciones, no, eso no es más que una frase hecha; la verdadera inmortalidad nace del deseo de seguir creando, tan profundo e inabarcable como la propia imaginación.
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De cuando en cuando tenían sesiones de lectura, en donde ella -la única que sabía leer con suficiente fluidez y soltura- les leía pasajes mientras los otros viajaban a través de sus palabras por mundos horizontes lejanos. Eran momentos destinados a la más pura evasión, cuando el desaliento y la amargura eran profundos y, por un rato, echaban mano de una de las herramientas más valiosas: la imaginación.
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Hay realidades, querida, que prefieren no verse, y se entierran con capas y capas de fantasía con al misma impavidez con la que se borra un pasado traumático.
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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"