El niño pájaro de Juan Manuel Peñate Rodríguez
De cuando en cuando tenían sesiones de lectura, en donde ella -la única que sabía leer con suficiente fluidez y soltura- les leía pasajes mientras los otros viajaban a través de sus palabras por mundos horizontes lejanos. Eran momentos destinados a la más pura evasión, cuando el desaliento y la amargura eran profundos y, por un rato, echaban mano de una de las herramientas más valiosas: la imaginación.
|