En tus zapatos

-¡Esto no es fracasar!-protesto-
-Tiene razón -comenta Fitz-. Para fracasar hace falta intentarlo. Y usted ni siquiera lo ha intentado.

Si abrazas a alguien con la fuerza suficiente, puedes poner el hombro y llorar al mismo tiempo.

-¿Qué crees que hace la gente cuando pierde a alguien? ¿Simplemente... seguir adelante? -comenta, mientras me aparta el pelo de la cara -. Te estabas recuperando. Aún sigues recuperándote. Puede que te estés recuperando toda la vida. Y no pasa nada. Simplemente eso formará parte de lo que te hace ser tú.

Así son los viejos amigos. Te entienden perfectamente aunque no haya palabas suficientes para decir todo lo que querrías decirles.

Leena no deja de decirme que hay hombres buenos ahí fuera, que hay que besar unas cuantas ranas, pero yo ya llevo besuqueando anfibios casi un año y se me están quitando las gana.

El dolor de haberla perdido es abrumador, pero lo superaré.

-¿Crees que podré con Londres?
-Por favor. La pregunta, abuela, es si Londres podrá contigo.

-Abuela, ¿y si nos intercambiamos?. ¿Y si yo me vengo para aquí y me ocupo de todos tus proyectos y tú te quedas en mi piso de Londres?

Creo que sería mejor intercambiarnos.

Cuando la gente habla de pérdida, siempre dicen que nunca serás el mismo, que te cambiará, dejará un hueco en tu vida. Pero cuando pierdes a alguien que amas, no pierdes todo lo que te dio. Te dejan algo.