Nuevos Comienzos

A sus veintiséis años estaba cansada. De llorar, de continuar, de pelear. Sabía que había llegado el momento de seguir adelante, dejar el pasado atrás, olvidar lo imposible, aceptar lo inevitable y continuar. Pero era mucho más sencillo decirlo que hacerlo.

—Imagínate, el fin de semana pasado, llegó a casa armada con una docena de cervezas, toneladas de chocolate y dos botellas de vodka caramelizado —. La ternura y el cariño hacia su compañera y amiga eran obvios en la voz de Joanna —. Dijo que necesitaba una noche de chicas.
—¿Cerveza y chocolate? No sé yo si esa mezcla me convence
—A mí tampoco, pero cuando llevas las cervezas suficientes no le das importancia.

(…) En aquellas horas, sin saber cómo, la curiosidad por los motivos de su tristeza se había transformado en la necesidad de ayudarla y, ahora que había escuchado su risa, en lo único que podía pensar era que ese era el sonido más brillante que jamás había llegado a sus oídos. Quería volver a oírlo cada día, que nada en el mundo lo silenciase jamás. Algo en su interior le decía que aquella mujer estaba hecha para la alegría, para reír sin temor e inundar el aire con el sonido de su risa y él iba a hacer todo lo que estuviera en su mano para que fuera así.