¿Cómo acaban las historias?, se preguntaba Maite. Con las historietas era fácil de saber: las viñetas finales estaban claramente indicadas, las palabras "número final" estaban estampadas en la portada. Con la vida era más difícil saber dónde empieza y dónde termina algo. Los argumentos se salían de los márgenes de las páginas; el colorista no aplicaba los últimos toques.
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