¿Eres consciente de lo acariciable que eres? - susurraba- provocas el efecto de querer quedarse en tu piel.
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¿Eres consciente de lo acariciable que eres? - susurraba- provocas el efecto de querer quedarse en tu piel.
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-- ¿Quieres?- te pregunto alzando la tetera. Contestas con un movimiento apagado de cabeza. -- No. Ya no tomo té- respondes. Y te llevas la taza vacía a tus labios como si encontraras un inmenso y nuevo placer en beberte el viento. |
Llevo un rato observándolas. A esas olas femeninas que corren sobre un mar macho: que unas nacen y se lanzan a morir a la seguridad de la orilla, pero otras se deslizan en sentido contrario y se pierden en el océano hasta disolverse en él. Supongo que soy de las primeras y ahora me da miedo pertenecer a las segundas. Por eso voy sola. Por primera vez. Sin permiso. Sin el tuyo y sin el de las autoridades del puerto. |
—Marina, nunca te olvides de esto: si las mujeres conociéramos nuestra verdadera capacidad para el cambio, nuestro brutal instinto de supervivencia y de recuperación, nos sentiríamos casi indestructibles. No sé por qué, pero la creí. (…) |
¿Pueden las vidas de cinco mujeres dar un giro de 180 grados a la vez? Creo que sí. Ahora sé que sí. |
Allí estábamos. Mujeres de cuarenta con estudios, grandes expedientes, con libertad sobre el papel, con posibilidad de elegir. Y el problema era ése, precisamente. Que teníamos que elegir. ¿Carrera? ¿Familia? Todo no parecía ser posible. O al menos, no todos a la vez. ¿Por qué? |
(…) En mi mundo, chicas, y me temo que es el mismo que el vuestro, a una mujer le siguen pidiendo explicaciones que no vienen a cuento, en el trabajo y hasta en la peluquería: cuando eres joven quieren saber si te vas a reproducir pronto, porque puede ser un problema. Si será dentro o fuera del matrimonio, porque puede ser inapropiado. Pero es que a partir de cierta edad, ¡es al revés! Si no te has reproducido o no tienes un hombre al lado, ¡es que algo te pasa! «No es apta.» No me jodas…
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(…) Esta etiqueta era también la responsable de haber convertido a Casandra en el mayor de los trofeos para los especímenes de macho alfa: la mujer exitosa a la que hay que conseguir pero con la que no compartirían jamás su vida, por miedo a esa temible arma que guardaba en el bolso y que podría utilizar para dejarlos cuando le diera la gana: su independencia.
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Creo que he sonreído. Tengo la sensación de que hace tanto que no me miro a un espejo que se me han olvidado las sensaciones musculares de la sonrisa. Pero ahora que se me caen los labios en una mueca, sí, eso sí lo he notado.
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—Siempre me gustaron las personas con cicatrices, como los árboles —dijo una voz a mi espalda que me hizo cerrar de golpe el libro—. De hecho, desconfío de las personas que pasados los cuarenta no tienen ninguna. Me volví despacio y muda, con los mismos ojos de Capitán cuando acababa de afilarse las uñas en la alfombra. Detrás del mostrador y apartando una pequeña cortina de cuentas de colores que comunicaba con las trastienda estaba ella, como si acabara de salir al escenario. |
Gregorio Samsa es un ...