Una casa de verano

Había descubierto que todas las cosas llegan tarde o temprano a su fin: los momentos, las amistades, la vida. Nada es para siempre

Su padre había sido una presencia tan dominante en su vida que le parecía inimaginable que hubiera dejado de existir. Miró los altísimos árboles y la pradera suavemente ondulante y recordó que en nada era eterno. Ni siquiera la tierra que pisaba. Al final, todo fenecía.

Antoinette sintió que algo se agitaba muy dentro de ella, algo que había muerto cuando, siendo todavía un adolescente, había descubierto que todas las cosas llegan tarde o temprano a su fin: los momentos, las amistades, la vida. Nada era para siempre, Papá Noel era su padre, y el conejito de Pascua su tío Douglas con una cesta de huevos de chocolate. Dios no era un hombre simpático y barbudo que habitaba en las nubes, sino una invención primitiva, como los totems o los ídolos de barro.