Una casa de verano de Santa Montefiore
Antoinette sintió que algo se agitaba muy dentro de ella, algo que había muerto cuando, siendo todavía un adolescente, había descubierto que todas las cosas llegan tarde o temprano a su fin: los momentos, las amistades, la vida. Nada era para siempre, Papá Noel era su padre, y el conejito de Pascua su tío Douglas con una cesta de huevos de chocolate. Dios no era un hombre simpático y barbudo que habitaba en las nubes, sino una invención primitiva, como los totems o los ídolos de barro.
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