Un beso bajo el muérdago: Precuela Soldados Valerosos

En el amor y en la guerra todo vale.

―¿Te has fijado en eso, amigo mío? ―preguntó con ilusión el conde.
―¿En que York te ha perdonado la vida por haberte pasado la cena mirando y admirando a su prometida?
―No. En eso no. En el hecho de que teme que yo sea un rival para él.

―Es muy difícil dar confianza cuando la persona a la que la solicitas no la obtiene, querida mía.

―Querido mío, ¿cuántas antes que tu esposa habrán probado esos labios en su boca? ¿Cuántas antes que yo habrán podido disfrutar de tu seducción? ¿Cuántas después de mí tendrán tan gran privilegio?

Su hermano, Samuel, estaba a punto de embarcarse en una guerra de la que hablaba entusiasmado.

Esas fiestas navideñas estaban empañándose. No habían talado un árbol, aún, para colocarlo en la casa y adornarlo. Ella tampoco tenía ganas de sacar las guirnaldas, ni los lazos. La cocinera no había ideado los dulces que serían servidos.