La besé sin respirar, por todas las veces que había respirado sin vivir, por todos los latidos que me había negado a disfrutar, por cada vez que me creí perdido y ella me encontró. Y me prometí que la amaría. Sin límites. Siempre. |
La besé sin respirar, por todas las veces que había respirado sin vivir, por todos los latidos que me había negado a disfrutar, por cada vez que me creí perdido y ella me encontró. Y me prometí que la amaría. Sin límites. Siempre. |
-Gracias. - ¿Por qué? - Por encontrarme cuando más perdido estaba, por ver en mi algo que ni siquiera yo he sabido ver y por tenerme en ese ranking de cosas que te gustan. |
-Si solo me quieres para darme placer, puedes decírmelo -Me temo que te quiero mucho más que para eso -¿Para qué? -Para siempre |
Y estábamos completamente perdidos. Los dos. Por que él no era para mi ni yo para él. No obstante, queríamos serlo. Juntos.
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A veces hay capítulos por cerrar que ni sabemos que tenemos abiertos
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De sobra sabía que el tacto de otra piel puede mantenerse impresa en la tuya durante años. Durante una vida. Y la suya era de las que se hincaban, como mi cincel en la madera, para dejar una huella infinita.
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La pequeña Coleman era una luz de neón que te avisaba del peligro, pero llamativa y atrapante a la vez. Cuando llegabas hasta ella, estabas perdido.
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Aún no lo sabía claro, pero Adriana Coleman se convertiría en el mayor de mis contratiempos, de mis preocupaciones, dueña de mis suspiros y motivo de mis desvelos.
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Así poco a poco, entre curas, libros y momentos, se forjó su relación. Se hacían reír a todas horas. Ahí se dieron cuenta de que estaban perdidos. O de que se habían encontrado.
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¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?